Si la memoria pudiera sanar II En el techo las sombras del árbol cercano formaban un entramado con la luz de calle. Daniel se ...

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 Si la memoria pudiera sanar II



En el techo las sombras del árbol cercano formaban un entramado con la luz de calle. Daniel se encontraba recostado sobre su cama, observando con mirada fija el juego de luz y sombras. En sus oídos sus audífonos susurraban alguna canción que no le interesaba identificar. Su mente se ocupaba en un solo tema: Adrián y la reunión que mencionaba la carta de la mañana.

Ocasionalmente buscaba con la mirada su celular, esperando alguna respuesta. Ya pasaba de la medianoche y no tenía noticas de Adrián. Confiaba en que no le hubiera pasado nada malo. Había tenido la intención de acompañarlo, pero él lo había rechazado. Aunque Adrián tenía razón, si pasaba algo malo ¿qué podía hacer? Él no tenía las habilidades de Adrián, sólo era un humano normal.

Un humano normal, enamorado de una persona que podía asesinar a otro con la rapidez de un pestañeó. Desafortunadamente no era el tipo de detalles que podía contarle a los demás.

La pantalla de su móvil se iluminó, alejando sus pensamientos y la oscuridad de su habitación por igual. Daniel se levantó rápidamente y lo tomó entre sus manos, a la vez que se quitaba los audífonos.

—Hola —saludó Daniel. Ni siquiera se molesto en ver quién le llamaba, ya sabía quién era la persona que le llamaría tan tarde.

—¿Qué traes puesto? —preguntó Adrián desde el otro lado de la línea.

Daniel se sentó en el borde de la cama, sus pies desnudos sintieron el frío del suelo.

—¿Cómo te fue? —inquirió, pasando por alto la pregunta de Adrián.

—Así no funcionan estas llamadas —le recriminó Adrián—. Debes decir algo como: "Traigo bóxers azules y una camiseta". Realmente sabes cómo acabar con la atmósfera.

—¿Cómo sabes que traigo puesto? —lo interrogó Daniel sorprendido, a la vez que se ponía de pie. A veces le daba miedo Adrián.

—Abre tu ventana —fue la única respuesta.

Daniel se acercó a la ventana dudoso, estaba en el primer piso y lo único que estaba cerca era un árbol... Sonrió al comprender todo y descorrió el pestillo de la ventana.

Del otro lado, Adrián le devolvía la sonrisa, sentado despreocupadamente entre las ramas del árbol, su cabello castaño se mecía igual que las hojas. Guardó el celular y de un salto cubrió la distancia que había entre el árbol y el borde de la ventana, trayendo consigo el aroma de la noche. Daniel admiraba la delicadeza con la que se movía, le recordaba a un gato.

—Si no me estuviera recuperando de los golpes de Leónidas —declaró Adrián con una mueca, mientras se sentaba en el borde de la ventana—, ese salto hubiera sido menos doloroso.

Daniel cerró su celular distraídamente. Con una sonrisa recordó los esfuerzos de Adrián por ocultarle a todo el mundo sus heridas. El principal motivo era el de evitar que el secreto de su enfrentamiento con Joyce llegará a oídos de su padre y el otro motivo de Adrián, Daniel no tenía duda alguna de éste, era para hacerse el fuerte frente a él y a sus hermanos. Él siempre buscaba cualquier excusa para fanfarronear. 

—Dan —lo llamó Adrián disolviendo sus pensamientos—, si ésa es la forma en que vistes todas las noches, definitivamente vendré más seguido a saludarte.

El comentario de Adrián lo hizo apenarse, trató de llegar a su ropero para ponerse algo encima, pero su novio lo tomó de la muñeca y lo atrajo hacia él. Después posó sus labios en su cuello y lo atrapó en un abrazo. Su respiración le producía cosquillas de Daniel.

—¿Ya me vas a contar cómo te fue?—comentó Daniel apartándose un poco—, ¿o le mostraremos a los vecinos un espectáculo de amor?

Adrián se levantó, dándole un leve empujón y cerró la ventana con brusquedad. Sin preocuparse por el ruido que pudiera hacer, caminó por la habitación hasta dejarse caer en la cama de Daniel con los brazos extendidos.

—Estamos jodidos —dijo finalmente Adrián con la vista fija en el techo y con una voz carente de inflexión.

—¿A qué te refieres? —le interrogó Daniel, acercándose lentamente a la cama.

—Me refiero a que Fleurs du Mal tienen permiso para cobrar venganza—con su brazo Adrián cubrió su rostro, ocultando sus facciones—. Lo peor es que tú, mis hermanos, Padre, todos están en peligro. Ellos no se detendrán hasta que pague por lo que les hice.

—Pero por lo que me contaste —Danie se sentó a su lado con la preocupación dibujada en su rostro—. La venganza sólo la puede aprobar la Hermandad ninguno de los implicados cumplía algún contrato. Y si no mal recuerdo, ellos te habían dicho que Joyce los contrató.

—La Hermandad los investigó, y descubrió que no fueron contratados por Joyce. Estaban por su cuenta —Adrián sacó del bolsillo de su sudadera un sobre con el sello roto—. Incluso me escribieron una carta aprobando la venganza.

—Significa que mintieron —concluyó Daniel sin atreverse a tocar el sobre—. Pero...¿por qué?

—Eso es lo menos importante —declaró Adrián con tristeza—. Lo que es importante en este momento es que un grupo de asesinos busca venganza contra mí, y todas las personas que aprecio están en riesgo porque fui lo suficientemente estúpido para lanzarme contra ellos sin pensar. Te he puesto en riesgo y eso nunca me lo voy a perdonar. Soy un idiota como novio.

Algo que Daniel nunca había creído ver, era la expresión de completa derrota en su novio. Por más que trataba de recordarlo en algún momento triste ninguno acudía a su mente. Adrián siempre se había mostrado tan despreocupado que nunca se imaginó verlo en la penumbra de su cuarto completamente derrotado. Le dolía verlo así, tirado en su cama inmóvil, como si toda su energía hubiera desaparecido. Quería tomarlo entre sus brazos y protegerlo, pero tenía miedo de romperlo.

—Sí —admitió Daniel—, a veces puedes ser un completo idiota —esperó la repuesta de Adrián, pero recibió únicamente silencio—. Pero no creo que seas lo suficientemente idiota para darles la victoria de una vez. Todavía no ha pasado nada.

—Son asesinos profesionales —respondió Adrián, se levantó y se sentó para quedar frente a Daniel—. Pueden entrar en tu habitación mientras duermes y despertar cuando sea demasiado tarde. Incluso pueden matarte mientras esperas en la fila del supermercado. No hay imposibles para ellos.

—Y tú derrotaste a dos de ellos —le espetó Daniel—. Tu papá es un asesino profesional, tus hermanos tienen el mismo entrenamiento que tú... Tienen todas las oportunidades de sobrevivir...

—Pero tú no —le interrumpió Adrián—. Si van a atacarme, empezarán contigo. Irán por ti primero. ¿Qué pasará si no puedo protegerte? Cometí un error imperdonable.

—¿Y prefieres pasarte el tiempo arrepentido de ese error? —el enojo que se vislumbraba en las palabras de Daniel provocaron una mueca de sorpresa en Adrián, Daniel estaba cansado de su pesimismo—. Ocurrió, estoy en un problema pero no puedes cambiar el pasado. Así que tienes dos opciones o te sigues lamentando de tu error y observas como pierdes todo o te levantas y haces algo al respecto. No recuerdo que seas el tipo de persona que deja que alguien le arrebata lo que le gusta.

Su novio se quedo callado, analizando sus palabras. Daniel podía ver como éstas comenzaban a hacer efecto y poco a poco el semblante triste de Adrián se iluminaba con la intensidad a la que estaba acostumbrado.

—Adoro cuando hablas así —dijo Adrián con una sonrisa, Daniel se alegró de volver a ver su sonrisa—. Tienes razón debo protegerte. Puede que si le digo a Padre me ayude a hacerlo —su rostro se llenó de miedo— y puede que también me maté. Va a enterarse de mi enfrentamiento con Joyce. No había pensado en eso —se encogió de hombros—. Bueno, tal vez ya no tenga que preocuparme de Fleurs du Mal.

Después se acercó a Daniel, tomó su cabeza con las dos manos y lo acercó para besarlo.
 

—Siento haberte metido en esto —dijo cuando terminaron de besarse, apenas se habían separado unos milímetros—. Pero te juro que te sacaré de esto. Eres lo que más quiero en esta vida, y no permitiré que me lo quiten.

Al terminar de hablar le dio un beso de despedida. Después se levantó, abrió la ventana. Adrián le dirigió una media sonrisa mientras se sentaba en el borde de la ventana y se preparaba para saltar.

—Nos vemos mañana —se despidió mientras saltaba hacia el árbol.

Daniel lo observó desaparecer entre las ramas. Tenía miedo. No había querido mostrarlo frente a su novio para no aumentar sus preocupaciones. ¿Qué pasaría si los asesinos eran más fuertes de Adrián? Esperaba no tener que descubrir la respuesta.


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