Los dos chicos se reconocieron desde las esquinas opuestas de la calle, sin detenerse a pensar cada uno corrió a los brazos del otro y se...

El fantasma de la pantalla

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Los dos chicos se reconocieron desde las esquinas opuestas de la calle, sin detenerse a pensar cada uno corrió a los brazos del otro y se fundieron en un abrazo apasionado, la gente a su alrededor seguía su camino, ocupados en sus propios asuntos. Ninguno de los que pasaba siquiera pensaba en lo que significaba ese abrazo para ellos. Nadie se imaginaba todo lo que habían pasado para terminar en ese abrazo.

Excepto que para quien los veía desde la pantalla. Él había seguido sus historia desde que sus miradas se cruzaron por primera vez Había sido testigo de cada una de las pruebas que su amor había enfrentado, había visto sus lágrimas y sus sonrisas. Había visto cada momento y ese abrazo final casi lo llenaba de alegría, por fin estaban juntos.

Además de la alegría había otro sentimiento que dejaba sentir su presencia. Un sentimiento que comenzaba a hacerse más fuerte mientras los créditos en la pantalla comenzaban. La tristeza comenzaba a tocarlo con su frialdad. Estaba sorprendido por la rapidez con la que su alegría se disipaba.

Llevó la mano a su pecho tratando de contener la fuga de sus alegría. Aunque sabía que no podía detenerla esperaba poder conservar su calidez unos momentos más. Cerró sus ojos con fuerza al notar que las lágrimas comenzaba a formarse en sus ojos, listas por caer.

Dirigió su mirada a la pantalla esperando encontrar un alivio. Ahora que los créditos habían acabado, su desfigurado rostro fue lo único que le devolvió la mirada en la negra pantalla.

No pudo contenerse más y las lágrimas cayeron. Siempre era lo mismo. Veía todas esas historias tratando de experimentar la alegría que no tendría y lo único que obtenía era la tristeza de saber lo que nunca experimentaría por ser un monstruo.

Nadie lo vería con una sonrisa, nadie lo abrazaría pensando en lo mucho que le importa. Nadie lo besaría como si nada a su alrededor importara. Nadie dejaría de pensar en los minutos que llevan juntos.

La tristeza terminó su visita y le cedió asiento a la desesperación. Él sonrió con amargura, al menos esas dos emociones lo visitaban seguido y no parecían tener reparos en pasar tiempo con él.



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