Para las personas como Scott Clarke la Fortuna no era una dama caprichosa que, con la misma facilidad con la que daba algo, t...



Para las personas como Scott Clarke la Fortuna no era una dama caprichosa que, con la misma facilidad con la que daba algo, también lo arrebataba; para las personas como Scott Clarke la Fortuna era la excusa de los débiles para dejar de preocuparse por sus decisiones. 

Él era un hombre de ochenta años de mirada fría y calculadora, su cabello era de un blanco acerado. Aunque viejo, tenía la presencia necesaria como para que el presidente en turno, desviara la vista si se encontraban en algún evento público. Era un hombre que provocaba miedo en todos, porque su poder financiero lo volvía casi el amo del país. 

Clarke estaba convencido de que su ascenso hasta convertirse en uno de los inversionistas más influyentes de los últimos años, había sido el producto de su esfuerzo. Su nombre se había vuelto un sinónimo de poder. Cualquier empresa en la que decidiera invertir, se volvía exitosa. Se negaba a creer que su vida era comandada por fuerzas superiores a él. 

Él era el constructor de su propia vida. 

Sin embargo, el hecho de encontrarse postrado en una cama dentro de su mansión, despojado de su poder como persona, reducido a un simple anciano enfermizo, conectado a numerosos aparatos que trataban de alargar su vida; le demostraba que aún había algo más grande dispuesto a demostrarle que su vida no era suya. 


La vejez le había arrebatado el control que creía poseer sobre su vida y se preparaba para darle su golpe final, derrumbando todo por lo que él había trabajado. Clarke sabía que una vez muriera, sus familiares se abalanzarían sobre su imperio como buitres sobre un cadáver fresco, destruyendolo en unos meses. No los culpaba. Él habría hecho lo mismo, aunque había tenido la inteligencia suficiente para eliminar las oportunidades de sus oponentes y conseguir la mayor parte del imperio para sí. 


La vejez podía tratar de cantar victoria, pero Clarke no estaba dispuesto a dejar que alguien le ganara, incluso si ese alguien era la naturaleza. Por ello recurrió a lo único que igualaba a la naturaleza en milagros y poder: la tecnología. 

Pasó gran parte los últimos años invirtiendo eninvestigaciones relacionadas con el cerebro y las computadoras. De entrada sabía que no existía un método para preservar su cuerpo, éste se degradaría progresivamente y aunque la criogenia pareciera una opción, no le daba lo que necesitaba. Ya que significaría desaparecer por un tiempo en lo que la ciencia mejoraba, pero no tenía garantía alguna de que su imperio continuaría sin su dirección. Lo que buscaba era alargar la existencia de su mente. Quería seguir controlando su reino. 

La solución le llegó de Ryletech, una empresa creada veinte años atrás y cuyas teorías habían atraído la atención de diferentes académicos del mundo de la ciencia, pero que no habían avanzado mucho hasta que Clarke invirtió en sus investigaciones. Después de unos años dieron frutos y Clarke sería el primer humano cuya mente sería llevada a una computadora y la primera computadora en controlar un imperio financiero. 

Se aferraría a la vida, tanto como le fuera, no le importaba el precio y le demostraría a la naturaleza que él seguía siendo el que controlaba su vida.

Lucille no tenía mucho tiempo para recuperar el aliento. Llevaba recorridas varias calles de la ciudad en la mayoría había sido atacada por...



Lucille no tenía mucho tiempo para recuperar el aliento. Llevaba recorridas varias calles de la ciudad en la mayoría había sido atacada por demonios deseosos de probar un poco de su sangre. Su cuerpo estaba comenzando a cansarse y la ola de demonios que asolaba la ciudad no parecía reducirse. Tenía que llegar lo más rápido posible al cuartel para poder reforzar las defensas de la ciudad.

Ximena sentía su mano calentarse gracias al vaso de unicel con café que sostenía. Una estela de vapor se alzaba del vaso. La lluvia había...



Ximena sentía su mano calentarse gracias al vaso de unicel con café que sostenía. Una estela de vapor se alzaba del vaso. La lluvia había parado y algunas gotas caían desde los toldos de los comercios de la calle, las luces de de la ciudad se reflejaban en las mojadas superficies del asfalto. Ximena, al igual que unos pocos valientes, había salido de la cafetería apenas la lluvia había acabado, sin preocuparse por si la lluvia reanudaba su ataque contra la ciudad.

La llanta del viejo Chevy azul emitió con un sonoro tronido para después ser seguida por el silbido del aire al escapar de la llanta. C...



La llanta del viejo Chevy azul emitió con un sonoro tronido para después ser seguida por el silbido del aire al escapar de la llanta. Cristóbal guió el automóvil al acotamiento de la carretera para revisar la llanta. Lo estacionó bajo un raquítico árbol que crecía a un lado de la carretera.

Me apena informar a mis lectores que hoy no habrá cuento. Lo siento, pero las vacaciones se acercan y no he tenido tiempo de pensar en una n...

Me apena informar a mis lectores que hoy no habrá cuento. Lo siento, pero las vacaciones se acercan y no he tenido tiempo de pensar en una nueva historia. 

Imagino que deben de estar sufriendo por que no publicaré hoy. Pero puedes hacer algo mejor que de tu vida que leer mis cuentos. Deberías salir en la noche y observar las estrellas, y después piensa que desde las oscuridad del universo Cthulhu te observa y espera pacientemente su regreso. 

O puedes pensar en lo pequeño que eres y tu lo poco relevante que eres para el resto del universo. Eso es, nada como una crisis existencial para antes de dormir.

Nos vemos la próxima semana. 
Historias escritas por Alejandro Galindo. Con tecnología de Blogger.