No importaba cuanto tocara el sillón reclinable en el que estaba sentado, Sihla Beras no podía deshacerse de la sensación de irrealidad qu...



No importaba cuanto tocara el sillón reclinable en el que estaba sentado, Sihla Beras no podía deshacerse de la sensación de irrealidad que aumentaba el blanco de la habitación. Gabinetes blancos colgaban de muros de color blanco, unas luces blancas se reflejaban estáticas sobre las baldosas del suelo del mismo color, incluso el sillón en el que estaba sentado era de un color blanco. Cualquier otro color parecía haber sido expulsado del mobiliario, relegándolo a los líquidos de las botellas que había en los anaqueles.

—¿Por qué aceptaste salir conmigo? —dijo Rebeca. El rostro de Rebeca era iluminado por la luz del sol que atravesaba los sucio...



—¿Por qué aceptaste salir conmigo? —dijo Rebeca.

El rostro de Rebeca era iluminado por la luz del sol que atravesaba los sucios vidrios de las ventanas. Alan no podía dejar de ver sus ojos almendrados, había un matiz de tristeza ocultándose en ellos. Eran los únicos que quedaban en el salón, las clases habían terminado.
Historias escritas por Alejandro Galindo. Con tecnología de Blogger.