La luna se asomaba en todo su esplendor, aunque jirones de alguna nube envidiosa de su brillo, se cerraban en torno de ella como dedos bru...


La luna se asomaba en todo su esplendor, aunque jirones de alguna nube envidiosa de su brillo, se cerraban en torno de ella como dedos brumosos. El viento agitaba las ramas con saña, derribando los anaranjados cadáveres de las hojas. No habían pasado muchos minutos desde que la apagada calidez del sol había desaparecido detrás de las colinas para dejar que la noche saliera arrastrándose y cubriendo de oscuridad el vecindario.

—Mamá —le llamó Tommy desde el otro lado de la puerta. —Helen —Arthur también la llamaba—. Por favor, abre. El tono dulce de su hijo y...


—Mamá —le llamó Tommy desde el otro lado de la puerta.

—Helen —Arthur también la llamaba—. Por favor, abre.

El tono dulce de su hijo y de su esposo le revolvía el estómago. Los que estaban del otro lado de la puerta no eran su esposo ni su hijo, eran algo más. Podían verse igual a ellos, moverse como ellos e incluso hablar como ellos. Pero Helen sabía que no eran ellos, algo no humano la observaba detrás de los ojos de su familia, como si fuera algo usando un disfraz.

—¿Puedo acompañarte a casa? Los ojos del chico le sonrieron mientras hablaba y ella se perdió por completo en esa sonrisa capaz de disi...



—¿Puedo acompañarte a casa?

Los ojos del chico le sonrieron mientras hablaba y ella se perdió por completo en esa sonrisa capaz de disipar las nubes.

—¿En qué momento te pareció buena idea sacarlo del edificio? —preguntó Sebastián con cierto enojo. Se encontraba resguardado detrás de ...



—¿En qué momento te pareció buena idea sacarlo del edificio? —preguntó Sebastián con cierto enojo.

Se encontraba resguardado detrás de un pequeño muro de concreto. A su lado una chica con el cabello teñido de azul y ojos claros lo observó con una sonrisa de suficiencia. A pesar del esfuerzo de la carrera, ella todavía podía sonreír.

12 de Agosto de 18... Querida hermana, Espero que está carta no te produzca un profundo dolor, ya que te la escribo lleno de alegría...



12 de Agosto de 18...

Querida hermana,

Espero que está carta no te produzca un profundo dolor, ya que te la escribo lleno de alegría. Ésta será la última carta que recibirás de mí.

Cuando la recibas ya no me encontraré deambulando en este mundo gris. No me malinterpretes, hermana mía, no moriré. Iré a vivir al País de las Hadas. Justo como en los cuentos de Thomas El Rimador que nos contaba nuestra tía cuando éramos pequeños.
Historias escritas por Alejandro Galindo. Con tecnología de Blogger.