Si la memoria pudiera sanar I La carta permanecía apretada en su bolsillo. El frío se colaba por sus huesos, a pesar de la grues...

War: Episodio 1

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Si la memoria pudiera sanar I




La carta permanecía apretada en su bolsillo. El frío se colaba por sus huesos, a pesar de la gruesa sudadera verde que llevaba. El brillante suelo del estacionamiento y las marcas dejadas por los neumáticos, le parecieron lo más interesante que podía ver en lo que esperaba a la medianoche. Los ruidos apagados de una ciudad que nunca dormían se colaban hasta él.
Mentalmente repitió las palabras de la carta que encontró sobre su banca, en la mañana antes de que comenzaran las clases, nunca supo quién la dejó pero no tenía la intención de averiguarlo.


Estimado Señor Adrián Segarra.

Su ataque contra dos miembros de nuestra organización no ha pasado desapercibido y se ha decidido tomar las medidas señaladas en el Capítulo Tercero del Código de Caín, es por eso que deseamos entregarle formalmente la resolución de la Hermandad de Caín.

La reunión tendrálugar, hoy a la medianoche en el estacionamiento del Centro Comercial Fortia.

Sin más que decir, le enviamos saludos.

Fleurs du Mal 

 

Adrián había releído la carta infinidad de veces, esperando descubrir que había malinterpretado la carta. Sin embargo, los trazos de tinta no dejaban de exhibir la amenaza escondida dentro de sus palabras: Había matado a dos miembros de un grupo de asesinos, y sus compañeros buscaban venganza.

Sus muertes no habían sido deseo de Adrián, pero no le habían dejado otra opción. Los asesinos habían sido contratados por Joyce, su exnovia, para evitar que él rescatará a Daniel de ella. En un intento por hacer que Adrián volviera con ella. El chico no dejaba de sorprenderse por el giro que estaban tomando los eventos.

Comenzó a vagar por el lugar, tratando de sacudirse el frío. En el mundo de los asesinos la venganza sólo estaba permitida sino había existido un contrato de por medio. La Hermandad tenía que aprobar todas las peticiones de ese tipo, ningún clan podía cobrar venganza sin que fuera aprobada por la Hermandad. Para alivio de Adrián, ellos estaban cumpliendo con un contrato, por lo que estaba justificada su muerte. Ellos habían muerto mientras cumplían una misión, un riesgo común en ese negocio.

Algo le decía que si ése fuera el caso, no estaría ahí pasando frío. Incluso ni lo molestarían. ¿Qué clase de personas avisaba de una venganza que no se realizaría?

Su celular le aviso que tenía un mensaje. Una sonrisa cruzó su rostro cuando leyó el remitente del mensaje. Era Daniel, su novio. El mensaje decía:

Suerte <3 span="">

La sencillez de esas palabras reanimó su estado de ánimo. El ruido de unas pisadas lo hizo desviar la mirada.

—El gran Adrián Segarra —dijo una voz grave con sorna.

Era un hombre de cabello largo y negro como el ala de un cuervo, su rostro cubierto por maquillaje blanco resaltaba las oscuras sombras de sus ojos, dándole una apariencia amenazadora, sus labios pintados de negro esbozaban una sonrisa. Su ropa era ajustada de un color negro, en sus brazos una serie de pinchos brillaban.

—Me llamo Ragnar y soy el líder de Fleurs du Mal —se anunció el extraño—. Pensé que no tendrías el valor para presentarte,

Adrián se quedó clavado en su lugar, hizo un esfuerzo por no responder a la burla, no estaba seguro de cómo actuaría su interlocutor. Ragnar alzó los brazos inocentemente, dándole a entender que venía desarmado. Después le extendió la mano a modo de saludo, Adrián respondió al gesto.

—Mataste a Elizabeth y Leónidas —comenzó Ragnar—. Eso nos permite hacerte pagar por sus muertes.

—Ellos estaban cumpliendo un contrato —se defendió Adrián—. Joyce los contrató.

—Siento romperte tu fantasía —se burló Ragnar—, pero no fue así. No estaban cumpliendo algún contrato. Lo sé porque yo soy su jefe y no pueden cumplir un contrato sin que yo lo sepa.

—Tal vez no hiciste un buen trabajo —se aventuró a decir Adrián.

La expresión de ira que cruzó por el rostro de Ragnar, hizo que se arrepintiera de sus palabras.

—¿Crees que estoy aquí por gusto? —replicó Ragnar con impaciencia—. Puede que no seas un asesino profesional, pero nuestras leyes también aplican contigo. Es mi deber entregarte esto —le extendió un sobre lacrado, con un escudo que representaba una lanza rodeada por seis estrellas—. La Hermandad de Caín ha revisado el caso y ha declarado que estamos en derecho de cobrar venganza.

—Pero... —comenzó a decir Adrián, mientras tomaba el sobre—. Elizabeth me dijo que ella fue contratada.

—Cómo eres lento—le espetó Ragnar con una notoria irritación—. Nosotros no tenemos registro del contrato, la Hermandad nos investigó y llegó a la misma conclusión. Ellos estaban ahí, por motivos desconocidos y tú los mataste. Si estaban haciendo algo impropio, debiste de habérselo notificado a la Hermandad y no resolverlo con tu katana.

Adrián se había quedado sin palabras. Abrió desesperadamente el sobre que le había entregado Ragnar para comprobar las palabras de Ragnar. A medida que leía la carta, sentía que toda esperanza le era arrebatada a mordiscos.

A pesar de que tanto Elizabeth como Leónidas le habían dicho que estaban bajo un contrato la Hermandad no había encontrado registro alguno del contrato y había autorizado la venganza de Fleurs Du Mal. Su futuro se había vuelto tan obscuro como la tinta con la que estaba escrita la carta de la Hermandad.

—Al parecer comienzas a comprender —le dijo Ragnar con desprecio—, la situación en la que te encuentras. Me agrada que comiences a sentir miedo, hará las cosas más entretenidas.

Después se marchó, riendo. Adrián lo vio perderse en las sombras que habitaban el estacionamiento.

Miró la cicatriz de su mano, la que se había hecho al tomar el pedazo de katana que acabó con Leónidas. Una de las tantas heridas que se había producido al rescatar a Daniel de las garras de Joyce. Le hubiera gustado que las únicas consecuencias hubieran sido sus heridas y no la carta.

Un ominoso sentimiento invadía su cuerpo, extendiéndose como si su corazón lo bombeara junto con la sangre. Tenía diecisiete años y un grupo de asesinos ya planeaban su venganza, debía de ser un récord.


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