Porque lo único que necesito es tu nombre para saber las razones por las que peleo II —¡Matías! —exclamó Ragnar al reconocer al que...

War: Episodio 24

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Porque lo único que necesito es tu nombre para saber las razones por las que peleo II



—¡Matías! —exclamó Ragnar al reconocer al que se acercaba hacia él. Recogió su hacha y se preparo para el ataque—. Pensé que lo habías matado.
—No tuve tiempo —replicó Adrián.

Suspiró aliviado, se había arriesgado al confiar en que el chico lo hubiera seguido. El bajo de la camisa de Matías revoloteaba mientras se acercaba con su mandoble, su mirada de odio atemorizó a Adrián, se veía que sería un digno oponente para Ragnar, al menos contaba con que lo entretuviera un rato, en lo que se encargaba de Allan y Joyce.

—Pedazo de basura —dijo el chico de la camisa a cuadros—. Mi hermano y yo confiamos en ti.

—Justo lo que necesitaba —dijo Allan mientras con un empujón ponía una distancia entre Adrián y él—. Parece que después de todo, el inútil de Matías me sirvió para algo.

Tomó las dos katanas de Adrián y sé las lanzó. Éste las alcanzó en el vuelo.

Adrián trataba de entender por qué Allan lo había liberado. Apretó con fuerza sus dos katanas no sabía que esperar de él, la única certeza que tenía era que no sería como los demás. Allan no se había movido de su sitio, no parecía importarle lo que sucedía a su alrededor. Lo esperaba, sabía que eventualmente el chico iría hacia él. Lo único que le importaba era enfrentarse a Adrián

—No pareces más fuerte que tus hermanos —advirtió Allan—. No me molestaré en usar mis cadenas.

El joven rapado se puso en pose de lucha. Adrián lo embistió con toda su energía. Pero su oponente fue capaz de esquivar su estocada y de derribarlo de una patada. El dolor impidió que Adrian intentara levantarse. Allan con un empujón de sus botas hizo rodar a su víctima por el pasto del claustro. Sin molestarse en recoger las katanas, Allan las pateó hacia el chico.

—Otro fracaso —se lamentó Allan—. Sigo sin entender porque la. Hermandad estaba tan orgullosa de ustedes. Son una pérdida de tiempo.

—Los venciste —intervino Padre, mientras trataba de acomodarse con sus manos atadas a la espalda, a pesar de su voz queda, un tono de burla acompañaba sus palabras—, porque ellos no usaron todo su poder. Si lo hubieran usado no habrías durado ni diez segundos.

Adrián no recordaba en que momento había terminado cerca de Padre y sus hermanos. Su costado le pulsaba, trató de tomar sus katanas y levantarse.

—Lo imaginaba—comentó Allan más para sí mismo. Sus ojos se centraron en Adrián con la intensidad propia de aquellos que buscan desentrañar un misterio.

El chico bajó los ojos incómodo. Quería creer que Padre sólo estaba tratando de engañar a Allan para que se distanciara, pero la seguridad en las palabras de Padre y el semblante de Allan le hacían pensar que tal vez había algo de verdad.

—Activar Protocolo: Nimrod —dijo Padre.

Adrián estaba por preguntarle a que se refería, cuando su cerebro comenzó a ser invadido por información. Era como si esa información siempre hubiera estado ahí sólo que nunca la había podido percibir, sus sentidos comenzaron a agudizarse. Mientras observaba a Allan, descubrió treinta formas diferentes de matarlo y todos ellas iban desde una muerte rápida hasta una dolorosa. Su cuerpo dejó de sentir dolor y llenó de energía. Se levantó en un salto.

El rostro de Allan se ensanchó cargado de satisfacción, al ver el cambio producido en Adrián.

—Bloqueo por programación fonética —señaló Allan, a la vez que retrocedía para crear distancia, sus movimientos denotaban cautela. Cuando los tuvo lo suficientemente lejos, dejó caer las cadenas de sus brazos, listas para lanzarlas contra sus víctimas—. Tres contra uno. Esto promete ser interesante.

Rubén y Circe habían parecido al lado de Adrián. No necesitó verlos para saber que estaban ahí. Supuso que las extrañas palabras de Padre, los había despertado, aunque no le dio mucha importancia. Ahora que tenía a sus hermanos a su lado, su mente se encontraba modificando la estrategia para acabar con Allan.

Lanzó una de sus katanas a la izquierda, ésta fue atrapada por Rubén al instante. En el momento en que la mano de su hermano menor se cerró en torno a la empuñadura, los dos se lanzaron contra Allan con las katanas en ristre. Circe los siguió de cerca pero sin adelantárseles, obedeciendo algún plan que había quedado establecido entre ellos a través de sus imperceptibles gestos.

Las cadenas se agitaron con violencia, sus movimientos sinuosos buscaban detenerlos. Sin embargo sus movimientos eran fácilmente leídos por los chicos que, sin esfuerzo alguno, se movían entre ellas. Apenas estuvieron a una distancia prudente, los hermanos soltaron sus katanas para tomar las cadenas, sus movimientos fueron realizados con una sincronía que parecían ser ejecutados por la misma persona. Cuando las tuvieron en sus manos, los dos se movieron en direcciones contrarias. Las cadenas al estar sujetas a los brazos de Allan tiraron de él, inmovilizándolo.

Las katanas fueron tomadas por Circe en el momento en que sus hermanos las soltaron. Mientras ellos sujetaban a Allan, ella se acercó hacia él y con un salto lo decapitó.

Tanto Adrián como Rubén soltaron las cadenas en el momento en que la cabeza de Allan caía al suelo. Ya sin la sujeción de las cadenas, el cuerpo cayó de rodillas y después golpeó el suelo. Ninguno de los tres se movió, su mirada fue atrapada por la sonrisa de satisfacción que había quedado congelada en la cabeza decapitada.

—Desactivar Protocolo: Nimrod —dijo Padre a sus espaldas.

Los tres sintieron como si hubieran salido de un trance, el daño y cansancio de sus anteriores batallas regresó, aunque más ligero. Los tres trataron de comprender que era lo que les había pasado, sus rostros inquisitivos se centraron en Padre. Él se había liberado de sus ligaduras y se encontraba de pie, aunque ligeramente encorvado, su mano se mantenía en un costado y una mueca de malestar cruzaba por su rostro.

—Las preguntas para después —dijo Padre con un tono autoritario.

—¿Y Daniel? —preguntó Adrián. Apenas había comprobado que Padre estaba bien su atención se volcó en Daniel. Recorrió con la vista el jardín para encontrarlo, pero los resultados fueron infructuosos.

—Joyce se lo llevó en esa dirección —dijo Padre al señalar la parte posterior de la fuente—. Aprovechó la confusión para huir. Vayan por él, yo los alcanzo en un momento.

Circe le regresó sus katanas, él las tomó distraído. A lo lejos distinguió a Ragnar y Matías, los dos continuaban enfrascados en su pelea. En algunos de sus movimientos se notaba algo de cansancio, no faltaba mucho para que el combate terminara.

Para Adrián la idea de dejar a Padre solo y con ellos dos en el mismo lugar no le era halagüeña, sobre todo porque Ragnar podía tratar de hacer algo desesperado. Pero tampoco se podía quedar por mucho tiempo, no sabía qué planes tendría Joyce ahora que su plan principal se comenzaba a desmoronar. Tomó una decisión que esperaba que fuera la correcta.

—Quédense los dos aquí y protejan a Padre—dijo Adrián con determinación mientras le lanzaban una katana a Rubén—. Cuando se recupere me alcanzan.

—Puedo defenderme por mi cuenta —objetó Padre con un tono dolido—. Sólo tengo que descansar un poco.

—Ni hablar —replicó Adrián.

Confiaba en que cuando terminara el combate, cualquiera que ganara estaría lo suficientemente cansado como para causarles problemas a sus hermanos. Deseaba no haberse equivocado, y no haber puesto en riesgo a su familia, de nuevo.

Cuando llegó al punto que había señalado Padre, se encontró con una puerta que se mantenía entreabierta, invitándolo a entrar con su enigmática aura. Sintió un escalofrío al acercarse, no sabía que lo recibiría al entrar y temía que fuera una sorpresa desagradable. El saber que Joyce era la persona que estaba detrás de la puerta incrementaba su desasosiego.


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