Y nuestras oportunidades derramándose II Circe había escuchado el mensaje de Rubén. Lo había escuchado justo después de subir las...

War: Episodio 21

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Y nuestras oportunidades derramándose II



Circe había escuchado el mensaje de Rubén. Lo había escuchado justo después de subir las escaleras, y por eso se encontraba mirándolas con reproche. Para llegar con Rubén debía de bajar de nuevo.
Miró el extenso cuarto al que había llegado, era una habitación rectangular sin muebles, a través de los resquicios de las ventanas tapiadas la luz de la calle intentaba introducirse. La puerta del fondo se mostraba como su mejor opción para evitar bajar las escaleras de nuevo. Mientras empujaba la puerta de madera, unas cuantas partículas de polvo se desprendieron.

Descubrió que había llegado a un pasillo exterior que rodeaba el patio que Rubén le había mencionado en su mensaje. Se acercó al barandal de hierro que separaba unas columnas de cantera.

Desde su altura, vio a Rubén acercarse a una figura inmóvil que reconoció como Padre. La inmovilidad de Padre la hizo preocuparse, pensó en llamar a Rubén pero unos pasos a sus espaldas la interrumpieron.

—No deberías estar tan sola —dijo el desconocido.

Circe se giró alarmada. Ante ella aparecía un joven más alto que ella y con una mohicana roja, su mano derecha sujetaba una lanza tan larga como él mismo. Los estoperoles de su abrigo sin mangas, destellaban con la misma intensidad de su mirada.

Sin esperar respuesta, el chico le dio una estocada con la lanza. Ella la esquivó de manera instintiva, ni siquiera tuvo que moverse mucho.

Su adversario pareció sorprenderse, por lo que reanudó su ataque. Esta vez lo hizo de una manera más rápida, tratando de evitar que ella esquivara los golpes tan fácilmente. A pesar de ello, Circe los podía seguir esquivando, extrajo un par de navajas del bolso que llevaba atado a su muslo.

Cuando percibió una apertura en los ataques del chico de la mohicana, le lanzó las dos cuchillas. Sin embargo, el chico reaccionó rápido y las detuvo con su lanza.

—Eres rápida para esquivar —le dijo con una sonrisa—. Pero muy lenta para atacar.

El chico se agachó con rapidez y buscó hacerla tropezar con un golpe giratorio de la lanza. Circe pudo esquivarlo por muy poco, ella pudo ver como la frente del chico se fruncía de frustración. Le divertía causar ese efecto en las personas.

—Nunca he entendido como Ragnar les permitió entrar en el grupo —dijo una voz a la espalda del chico.

Los dos miraron al chico de cabeza rapada y cadenas sujetas a sus brazos, que se acercaba con la gracia de un tigre, a pesar de su cuerpo musculoso. Algo en su apariencia, comenzó a atemorizar a Circe.

—Muchos de ustedes son débiles y decepcionantes —continuó el recién llegado—. Tú eres uno de ellos. Pudiste haber derrotado desde hace varios movimientos, pero tu debilidad le ha ayudado a burlarse de ti.

—P-pero Allan —titubeó el chico de la mohicana—. ¿No deberías estar abajo?

Allan tomó al chico por el cuello de su chaqueta y lo levantó.

—El infantil plan de Ragnar tiene una ventaja—declaró Allan mientras miraba por el barandal—, y es que nos permite abrir más vacantes.

Antes de que el chico pudiera defenderse, Allan rodeó con sus manos su cuello y comenzó a presionar. Los pies del chico se movían inquietos, trataba de liberarse de las manos de Allan. No paso mucho tiempo antes de que su cuerpo sin vida saliera volando sobre el barandal.

Circe había presenciado toda la escena sin saber qué hacer, se había quedado clavada en el suelo. Allan dejó de observar la caída del chico de la mohicana y se giró para verla, su rostro se ensanchó con una sonrisa sádica.

—Pareces ser más entretenida que tu hermano —le dijo mientras señalaba algún punto en el patio que rodeaba el pasillo—. Aunque mis expectativas siguen bajas.

Circe buscó con la mirada el punto que señalaba Allan. Su corazón se detuvo por unos instantes cuando vio la inmóvil figura de Rubén. Sólo hasta ese momento encontró la determinación necesaria para correr. Estaba consciente de que no estaba a la altura de Allan.

Mientras corría, se acercó el intercomunicador para hablar con Adrián. Ni siquiera se detuvo mientras corría, tampoco tenía intenciones de ver lo que hacía su atacante.

—Aaadri. Tengo miedo. —dijo con desesperación—Acabó con Rubén y... ¡Aaah!

Su concentración le impidió escuchar la cadena que se acercaba veloz a su brazo. Sólo la notó hasta que se enroscó en su brazo y tiró de ella. Sorprendida por el repentino ataque, fue incapaz de resistirse y siguió la trayectoria de la cadena.

Cuando Allan la tuvo a su alcance le dio un golpe en la nuca. Al instante, Circe quedó inconsciente. Lo último que escuchó fue la voz de Adrián que la llamaba desde el intercomunicador.

—Tu hermano al menos trató de defenderse —le dijo Allan con sorna—. Pero tú fuiste más sensata y huiste, aunque el desenlace sería el mismo. Realmente me han decepcionado los dos.

La colocó sobre sus hombros y comenzó a buscar la escalera que lo llevaría al patio. El tintineo de las cadenas de sus brazos era el único sonido que rompía el silencio de la vacía noche, ocasionalmente sus pasos provocaban unos cuantos ecos que acompañaban la soledad de las cadenas. 



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