Porque lo único que necesito es tu nombre para saber las razones por las que peleo I Un silencio cargado de tensión se extendió por...

War: Episodio 23

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Porque lo único que necesito es tu nombre para saber las razones por las que peleo I



Un silencio cargado de tensión se extendió por todo el jardín en cuanto el chico de la patineta cayó sin vida. El escudo golpeó el suelo, su tañido sacó a Adrián del trance en el que se había sumido.
Estaba sorprendido por lo que acababa de de hacer, no sólo porque era la primera vez que lo hacía sino que no tampoco recordaba cómo lo había hecho. Su cuerpo había descubierto como hacerlo por su cuenta.

—Siempre el héroe del último momento —señaló Joyce con su sonrisa mutilada durante su último enfrentamiento—. Eres tan predecible que manipularte es muy sencillo.

Las cicatrices en las mejillas de Joyce se habían resaltado con un color rojizo que contrastaba con la palidez de su rostro, el efecto lo aumentaba su cabello teñido de rojo. Su mirada desquiciada no fue capaz de ocultar el fugaz destello de sorpresa al ver a Adrián llegar.

Ella estaba sentada en un banco de piedra, tras ella se erguía una fuente cubierta de polvo. A sus pies tenía a Daniel, él se mantenía lo más encogido que le permitían las ligaduras. Sus ojos reflejaban un leve matiz de sorpresa que no podía ser opacado por el alivio que sentía. A su lado se encontraba Ragnar con los brazos cruzados y con una expresión divertida en su rostro.

Más alejado de ellos, en una de las columnas que rodeaban el jardín se encontraba la figura desgarbada de Padre su aspecto maltratado y su mirada confundida no hicieron mella en el consuelo que Adrián sintió al verlo con vida. Un tipo rapado se recargaba en la misma columna, frente a él tenía los cuerpos inconscientes de Rubén y Circe, al menos Adrián suponía que estaba inconscientes, deseaba que su inmovilidad fuera por estar inconscientes. El joven rapado lo miraba con satisfacción, parecía estarlo estudiando en cada uno de sus movimientos, no dejaba de mirarlo con la atención de un coleccionista ante un objeto de valor.

Ragnar y Joyce juntos. Ya todo encajaba. Por eso Fleurs du Mal se limitaba a secuestrar sus seres queridos, estaban repitiendo el plan de Joyce. La venganza sólo era una excusa para poder lanzar a un clan de asesinos tras él. Ella no tenía el dinero para pagar sus servicios y Ragnar no podía hacerlo sin levantar sospechas de la Hermandad.

—Siempre estuvieron juntos desde el inicio —reconoció Adrián con pesadumbre—. Por eso Ragnar no hizo nada a pesar de haber estado ahí cuando maté a Leónidas y Elizabeth. Me dejaste ir libremente porque este era el plan de emergencia por sí Joyce no ganaba.

No sólo sufría al ver a sus seres queridos en tan horribles condiciones, también le dolía el hecho de haber tenido la repuesta frente a él y nunca haberla visto. Si tan sólo hubiera descubierto el plan a tiempo, su familia no estaría en peligro. Ella se limitó a dedicarle una sonrisa cargada de malicia antes de contestarle:

—Nunca te imaginaste que fuéramos aliados ¿Verdad? —le interrogó ella—.Nunca me has visto como una amenaza, por eso salió tan bien el plan. Tienes razón. Él estuvo a mi lado desde el inicio, él me apoyo —para acompañar sus palabras Ragnar se acercó a ella y la abrazó—. Al menos en él puedo confiar. Jejeje.

Ahí estaba de nuevo su risa, taladrando los oídos de Adrián. Él había cometido el error de subestimarla y ahora su familia había pagado las consecuencias. Sus ojos danzaron con rapidez entre su familia y Daniel, con tristeza concluyó que no podía hacer nada, Joyce los tenía a todos en su poder y el no tenía posibilidades de rescatarlos a todos. De hecho, el tratar de rescatar a uno podía conllevar la perdición de los demás. Había perdido y Joyce se alzaba victoriosa.

—¿Qué debo hacer para qué liberes a mi familia y a Daniel? —preguntó Adrián derrotado.

Mientras inclinaba la cabeza ante su derrota, sus ojos se encontraron con los de Padre, él lo miraba con reproche. Era la misma mirada que Padre le dedicaba cuando Adrián se bloqueaba y no podía encontrar soluciones a un problema.

—Si lo probable falla—le decía Padre al poner esa expresión—, siempre queda lo improbable.

—¿Piensas que será tan simple? —le interrogó Joyce, regresándolo al presente—. No, las cosas van a empeorar, acabaré con tu familia y torturaré a Daniel frente a tus ojos. Te haré sufrir tanto que la muerte será tu único descanso. Es una promesa y yo siempre cumplo mis promesas.

Adrián no le había prestado mucha atención a lo que decía. Su mente comenzaba a analizar su entorno. Se encontraba en un jardín cercado por edificios que eran sostenidos por gruesas columnas, unos delicados arcos tallados unían cada columna con una maestría que todas parecían ser la misma pieza. El jardín era atravesado por cuatro caminos de piedra que lo atravesaban formando una cruz, en su centro se erguía la fuente. Sólo tenía tres oponentes, pero ellos tenían a su familia por lo que un enfrentamiento directo era imposible, y el hecho de que Joyce tuviera una fractura reciente no cambiaba mucho las cosas. Sólo tenía dos posibilidades: Moverse lo suficientemente rápido como para acabar con ellos en un segundo o pedir ayuda. La primera opción era imposible la segunda era improbable pero no imposible. Sonrió lleno de confianza, se le había ocurrido un plan y esperaba que Ragnar cooperara con él.

—Espera, espera —dijo Adrián con una sonrisa—. Deja ver si entendí todo.

Su repentino cambio de actitud hizo que todos en el lugar lo miraran extrañados, se sumieron en el mutismo, a la expectativa de saber que se traía entre manos.

—Ustedes dos estaban aliados —continuó Adrián disfrutando la confusión que causaba, sus ojos se centraron en Joyce—. Por eso tú conseguiste asesinos profesionales tan fácilmente. Él te daba los asesinos y tú le dabas... Tu amor, quiero imaginarme—un leve rubor se asomó por el rostro de Joyce—. ¿Ya tienes a alguien más y aun así me quieres de vuelta?—Adrián comenzó a mirar a Ragnar —Y lo peor es que tú le ayudas. Lo que no entiendo es qué ganabas al dejar que murieran los miembros de tu equipo. ¿Te caían mal?

—Era una buena oportunidad para mejorar las filas—respondió Ragnar con frialdad—. No hay mejor forma de probarlos que enfrentarlos con los sobrevivientes del Proyecto Sangre Nueva. Basta de charla, Allan —Ragnar llamó al gigante rapado—Sujétalo, no queremos que Adrián se pierda como torturamos a su familia.

Allan se acercó a Adrián con rapidez y con sus poderosos brazos lo sujetó. A pesar de sus esfuerzos, sus katanas cayeron de sus manos.

—Deseaba poder enfrentarme a ti —le dijo Allan —Quería comprobar si eras igual de débil que tus hermanos. Es una lástima.

—¿Por dónde comenzamos? —preguntó Joyce con alegría—. Ya sé, que tal si hago unos lindos dibujos al rostro de Dany.

Se inclinó sobre Daniel, el chico trató de liberarse pero Joyce lo sujeto con firmeza. De su falda, Joyce, extrajo un cuchillo y comenzó a acariciar la pálida piel del chico.

—¡Espera! —exclamó Adrián tratando de liberarse el abrazo de Allan, no apartaba a sus ojos de Ragnar—. No todos sabían de Joyce. ¿Verdad, Ragnar? Por eso le dijiste a Leónidas y Elizabeth que habían sido contratados y a los demás que habían muerto sin un contrato —continuó Adrián, pasando por alto la expresión de hastío que le mostró Ragnar—. Engañaste a tu equipo, sólo para hacer feliz a Joyce. Sus vidas nunca te importaron.

—Me importa el prestigio de Fleurs du Mal—replicó Ragnar hastiado—. Leónidas y Elizabeth eran los más débiles, por eso dejé que los eliminarás. Los demás, tenían que demostrar su valía. Evidentemente ninguno estaba a la altura. Nada más quedamos Allan y yo.

—¡Raaaagnar! —gritó una voz a su espalda.

—Y el hermano de Leónidas— agregó Adrián con una sonrisa, Ragnar había caído en su juego.






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