Nadie viste su verdadero rostro II Rubén estaba recargado sobre el Mercedes, sus audífonos ocupaban su lugar habitual en sus oídos. No ...

War: Episodio 13

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Nadie viste su verdadero rostro II


Rubén estaba recargado sobre el Mercedes, sus audífonos ocupaban su lugar habitual en sus oídos. No dejaba de impresionar a Adrián la tranquilidad con la que se comportaba su hermano menor. Al ver a Circe y a Adrián acercarse les sonrió, al momento en que desconectaba los audífonos de sus oídos. —Nos vamos —le dijo Adrián, sujetando las llaves frente a él. Después desactivó la alarma del Mercedes.

—¿Sabes conducir? —le preguntó Rubén al entrar en los asientos posteriores del automóvil.

—Sí—respondió Circe arrebatándole a Adrián la oportunidad de contestar—. Parece que fue al único de nosotros en el que Padre confiaba.

—Pues no era como que tuviera muchas alternativas—replicó Adrián cuando los tres estuvieron dentro del automóvil y cerraban las puertas—. Tú eres muy despistada y Rubén es el menor. Sólo eligió la única opción disponible.

—Y a ti te falta un año para poder obtener la licencia—le acusó Circe—. Ya verá Padre cuando regrese, le reclamaré por no enseñarme a manejar.

Adrián puso en marcha el motor y cambió las velocidades. El suave presionar de las llantas sobre la gravilla pasó desapercibido por los curiosos que aún observaban el incendio. Ninguno de los tres, le dio una última mirada a los restos de su hogar.

El chico sabía sobre el convento que Ragnar había mencionado, era un lugar famoso porque después de años de cruel abandono pensaban remodelarlo y convertirlo en un hotel. ¿Por qué Ragnar lo había elegido? No era la mejor opción, incluso entrar sería difícil, ya que probablemente tendría vigilantes nocturnos. A menos que pudieran tenerlo a su disposición, aunque para eso se necesitaría mucho poder. Recordó el sobre que había encontrado después de rescatar a Daniel, lo había guardado en su mesa de noche. Tal vez la advertencia de su interior le daba su respuesta. Desechó la posibilidad de inmediato, era muy descabellada.

Mantuvo la vista en el camino y siguió conduciendo por las calles de la ciudad. Los tres viajaban silenciosos, sumidos en sus propios pensamientos. Adrián ocasionalmente los miraba de reojo. Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto al llevarlos al convento, era obvio que se enfrentarían al resto de las fuerzas de Fleurs du Mal. Aunque sabía que no podría derrotarlas por su cuenta, no quería ponerlos en peligro, pero sabía que ellos no serían tan dóciles para aceptar una negativa. Los dos ya habían tomado su decisión de acompañarlo.

Esperaba no tener que regresar con sus cuerpos sin vida.

Apartó disgustado ese pensamiento. No era el tipo de cosas que debía pensar, debía de tener esperanzas. Sujetarse con todas sus fuerzas a la idea de que podrían hacerlo bien. Sobre todo porque no eran unos niños jugando a los asesinos, habían sido entrenados para volverse asesinos. Aún así la idea de que podrían no regresar le rondaba por la cabeza.

Pensó en Ragnar que tuvo que recoger a Elizabeth y a Leonardo después de que los asesinara.

Frenó de repente, la inercia se encargó de que el cinturón de seguridad se clavara en su cuello. Un golpe sordo a su espalda le informó que Rubén se había golpeado con su asiento. Miró asustado el espejo retrovisor y agradeció que no tuviera un automóvil atrás.

—¡¿Qué te pasa?! —le interrogó Circe con una nota de enojo— ¡Me despertaste!

Ignoró las palabras de ella. Su mente, despertada por el último pensamiento, se encontraba reviviendo los eventos pasados. Cuando había peleado contra Ragnar y Claude, él había mencionado que había recogido los cuerpos de Elizabeth y Leónidas.

Había pasado por alto ese detalle por considerarlo insignificante, pero ahora se percataba de su importancia. Misma que aumentaba si recordaba que los cuerpos de Elizabeth y Leónidas habían desaparecido antes de que rescatará a Daniel. Eso significaba que Ragnar había estado presente cuando había peleado con Joyce y que sabía que era lo que le había pasado a Elizabeth y Leónidas.

La pregunta que le quedaba era: ¿Por qué fingía que no sabía lo que había pasado?

Cualquiera en el lugar de Ragnar, hubiera investigado que era lo que hacía el asesino de sus amigos y pedirle respuestas. Pudo haberlo alcanzado después de que Adrián rescatara su novio. A pesar de ello, Ragnar no lo hizo. Simplemente observó todo desde las sombras y se preparó para pedir venganza. ¿Acaso había sacrificado a sus amigos para poder tener la venganza?

Su mente estaba comenzado a conectar los puntos lo más rápido que podía, tratando de encontrar un sentido entre toda la información que había pasado por alto. Aún así había algo que no terminaba de cuadrar, por más que su mente tratará de encontrarle sentido.

Suspiró derrotado y reanudó la marcha del automóvil, sin prestarle atención a las miradas cargadas de confusión que le lanzaban Circe y Rubén. Sentía que algo faltaba, una pieza del rompecabezas que se esfumaba de su alcance, y le sonreía desde lejos, burlándose de sus intentos por encontrarla.


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