Y ya será tarde si llegamos I El estacionamiento mostraba las evidencias de la lucha que había ocurrido ahí. La ausencia de Padre, y ...

War: Episodio 10

/
0 Comments

 

Y ya será tarde si llegamos I



El estacionamiento mostraba las evidencias de la lucha que había ocurrido ahí. La ausencia de Padre, y el silencio ominoso que cubría con su pesado manto el lugar, no hicieron más que aumentar su desasosiego. El hecho de que el Volvo plateado siguiera ahí, no era nada tranquilizante.

H se acercó al Volvo y revisó la cajuela abierta. Adrián estaba recargado en una columna, apartado de los demás, veía cómo H examinaba el automóvil, buscando alguna pista. Circe se había sujetado del brazo de Rubén, temerosa de acercarse. Ninguno tenía valor para darle voz a la obscura conclusión a la que habían llegado todos.

Los recuerdos de los últimos momentos se difuminaban en la mente de Adrián, tenía la sensación de haber caído en un sueño del que le costara despertar. Su entumecida mente no le permitía recordar de manera adecuada el momento en que H, junto con Rubén y Circe habían llegado para recogerlo. Los veía en sus fragmentados recuerdos explicándole que Padre estaba desaparecido y que también ellos habían sido blancos de un ataque. Después habían recorrido con una velocidad sorprendente la mitad de ciudad, para poder llegar a último lugar en que había estado Padre.

Sus emociones chocaban entre sí, tratando de salir al mismo tiempo, golpeándose entre ellas y cerrándose el paso mutuamente. La ira, la tristeza, la culpabilidad y el miedo, se mezclaban y se separaban con la violencia de un huracán.

—Por el estado del lugar —declaró H, llamando la atención de Adrián—, se ve que su intención no era matar al amo Sergio, sólo secuestrarlo. Ustedes también eran objetivos—sus ojos se dirigieron hacia Circe y Rubén—, pero cometieron el error de subestimarlos. No dejaron ningún mensaje, posiblemente esperarán un poco antes de hacer su siguiente movimiento.

—¿Qué es lo que harán? —preguntó Circe sin poder ocultar el temor en su voz. 

—No lo puedo saber con seguridad —respondió H—, pero no creo que tengamos que esperar mucho para saberlo. Regresemos a casa.

Adrián golpeó con furia la columna sobre la que se apoyaba, el dolor recorrió su puño con una calidez que alejó sus pensamientos tenebrosos.

—Me entregaré a ellos —declaró, el silencio de los demás sólo le agregó peso a sus palabras—. Es la única forma en que esto terminará.

—No lo creo —replicó Rubén, en sus palabras se deslizaron con lentitud, sabía de lo que hablaba—. Esto acabará hasta que te hayan destruido mentalmente. Al menos, eso yo haría.

Adrián recorrió con la mirada el lugar, unas manchas de sangre sobre el pavimento llamaron su atención, no necesitó nada más para comprender que eran de Padre. Dejó caer la cabeza, derrotado, Rubén tenía razón. Ragnar ya se lo había dicho: Tenían que destrozarlo y después, tal vez, matarlo. No antes, sólo hasta que pudiera sentir lo mismo que ellos. Esbozó una sonrisa cargada de aflicción, por el momento lo estaban haciendo muy bien.


H cerró con fuerza la cajuela y comenzó a avanzar hacia el Mercedes, en muda procesión, todos lo siguieron. No podían hacer nada más y el lugar sólo se prestaba para crear terribles imágenes en sus mentes.

El ruido del motor al encenderse, se magnificó en el vació estacionamiento. El chirrido del los neumáticos al moverse sobre el pavimento, los siguió mientras abandonaban el lugar.



You may also like

No hay comentarios.:

Historias escritas por Alejandro Galindo. Con tecnología de Blogger.