Porque lo único que necesito es tu nombre para saber las razones por las que peleo IV   Sus pensamientos fueron consumidos en un hurac...

War: Episodio 26

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Porque lo único que necesito es tu nombre para saber las razones por las que peleo IV

 

Sus pensamientos fueron consumidos en un huracán de rabia, cualquier compasión que pudo haber sentido por ella fue destrozado por la violencia de sus emociones. La ira poseyó con velocidad cada parte de su cuerpo, dándole la fuerza, sus sentidos se agudizaron, el cansancio y el dolor le dejaron de importar. Su mente sólo se concentraba en acabar con Joyce.
A pesar de la ira que lo corroía por dentro, su rostro se había transformado en una fría máscara de indiferencia y quietud. Ni un sólo músculo de su rostro se esforzaba por traslucir la rabia que sentía.

Se lanzó contra la chica a una velocidad, que impidió que ella reaccionara. Cuando el chico la tuvo a su alcance descargó su puño contra su abdomen, unas cuantas costillas cedieron ante la presión, el crujido que produjeron apenas fue perceptible para sus oídos.

Ella cayó sobre sus rodillas, únicamente sus brazos impidieron que golpeara el suelo con el rostro, la agonía que pudo haber sentido se escondía tras la sonrisa tallada en su rostro. Apenas había aterrizado, Adrián le dio una patada en el costado, ella rodó sobre sí misma hasta chocar contra un baúl, una nube de polvo ascendió después de que el baúl fuera golpeado.

La chica quedó tendida sobre el suelo durante unos instantes, después apoyó la mano sobre el borde del baúl para poder levantarse, mientras su otra mano sujetaba sus costillas. Sus movimientos eran erráticos y lentos, parecía que cada uno de ellos le producía un dolor que se molestaba en ocultar.

El brillo de la navaja atrajo la atención de Adrián, se agachó para tomarla. Al ver los esfuerzos de Joyce por levantarse, lanzó la navaja. Ésta atravesó el aire con una ligereza que no produjo sonido alguno, y terminó por atravesar en la mano que ella apoyaba en el baúl. En lugar de aullar por el dolor, Joyce comenzó a reír sin control. Su risa llenó de locura el solitario cuarto en el que estaban, los muros sobre los que rebotaba el sonido no hacían más que aumentar su intensidad.

Con tranquilidad Adrián se acercó la chica, no se apresuró ni tuvo la intención de hacerlo. Ella tampoco tuvo la intención de huir, sólo que quedó ahí, observando la sangre que emanaba de su herida y cómo se deslizaba por su brazo, y siguió riendo.

Cansado de la risa, el chico tomó con su mano izquierda la nuca de ella y la estrelló con fuerza contra el borde del baúl. El sordo golpe silenció la risa, por un instante, después ella siguió riendo. Exasperado repitió los golpes, le pareció que lo estuvo haciendo por mucho tiempo. No se percató del momento en que un crujido anunciaba su victoria, ni cuando la risa murió en un estertor.

Entre la bruma que nublaba sus pensamientos percibió un sonido que le recordó a una voz humana. Aunque fue incapaz de interpretar lo que escuchaba, el sonido pareció producir un efecto en él. La tormenta que había asolado su cabeza con su energía destructiva, comenzaba a disolverse en jirones que se volvían cada vez más pequeños. No pudo evitar sentirse como si despertara de un sueño.

Soltó la cabeza de Joyce confundido, no podía recordar claramente todo lo que había ocurrido. Diminutos retazos de recuerdos trataban de formar la imagen completa, pero no podían hacerlo. Se giró para ver al dueño de la voz que creía haber escuchado.

Descubrió a Padre y pudo haberse tranquilizado de no ser porque la expresión de preocupación y terror que se mezclaban en su rostro.

—¿Es la primera vez que pierdes el control? —le interrogó Padre incapaz de ocultar la preocupación de su voz.

—¿Qué quieres decir con perder el control? —replicó Adrián, no sabía a qué se refería.

Padre lo tomó por lo hombros con violencia, el brillo de desesperación que emitían sus ojos comenzó a cubrir de preocupación a Adrián. Padre pareció reflexionar las palabras antes de pronunciarlas, aparentemente buscaba la mejor manera de explicarse.

—¿Recuerdas todo lo que le hiciste a... ella?—le preguntó Padre mientras señalaba con la cabeza el cuerpo de Joyce.

—Algo —respondió Adrián—. Mis recuerdos son borrosos. Lo único que puedo recordar es que quería hacerle pagar por lo que hizo a Daniel...

Se interrumpió repentinamente al recordar a Daniel, sus ojos recorrieron el lugar tratando de encontrarlo, en su búsqueda no se percató del intento de Padre por continuar el interrogatorio. Divisó al chico recostado contra el muro, a su lado Circe examinaba la herida y Rubén le ayudaba.

A pesar de los intentos de sus hermanos por disimular, era evidente que habían desviado la mirada en el mismo instante en que Adrián posaba su vista sobre ellos y sólo estaban fingiendo que hacían algo. El rostro exánime de Daniel se alteró en una mueca de dolor mientras Circe examinaba la herida.

La expresión sombría de Adrián se iluminó al comprobar que Daniel estaba vivo, se liberó de Padre, quien prefirió dejar el interrogatorio para otro momento, y avanzó hacia Daniel. Se sintió aliviado al saber que todos estaban a salvo.

—Deja de lloriquear —le ordenó Circe a Daniel mientras usaba la chamarra de Daniel para detener la hemorragia— Fue un corte profundo, pero sobrevivirás —ella lanzó un sonoro suspiro—. ¿Tan tonta era que no pudo matarte apropiadamente?

Adrián se arrodilló junto a Daniel y le pasó la mano por la cabeza, en respuesta él le dirigió una sonrisa cansada. De repente, sintió como todo el cansancio que había ignorado, ahora lo invadía. Sus músculos comenzaban a sentirse pesados y sus diversos moretones le comenzaron a recordar su existencia.

—Adri —le llamó Circe—. Es lindo verlos juntos y eso, pero te recuerdo que tu novio tiene una herida que si no la tratamos puede matarlo.

—¿No dijiste que sobreviviría? —intervino Rubén confundido.

—Pues sí, pero necesitamos el botiquín del automóvil. La herida no va a dejar de sangrar por que quiere.

Rubén le tendió la mano a su hermano mayor para que pudiera levantarse. Después entre los dos, pusieron de pie a Daniel. Adrián, a pesar del cansancio que sentía, pasó el brazo de Daniel por sus hombros y lo ayudó a caminar. Su hermano menor se quedo a su lado sin saber qué hacer, Circe lo tomó del brazo.

Los cuatro se dirigieron a la salida, seguidos por Padre que parecía encerrado en sus propios pensamientos. Las constantes miradas de preocupación que le lanzaba a Adrián no pasaron desapercibidas para Circe quien lo continuó observando.

Ella le dio una última ojeada al cuerpo de Joyce, su mente revivió la expresión vacía del rostro de Adrián mientras golpeaba el cráneo contra el baúl. Hasta ese momento nunca le había tenido miedo. Sus ojos lo contemplaron mientras sealejaba junto con Daniel, se veía tan diferente al que había visto hace unos momentos, muy en su interior comenzaba a florecer una sensación de desasosiego.

El frío jardín los recibió con un espectral silencio en el momento en que salieron del cuarto. El vacío creado por el silencio le hizo recordar a Adrián que tanto Matías como Ragnar habían estado peleando.

A medida que avanzaba por el jardín trataba de buscarlos, cerca de la fuente descubrió el cuerpo sin vida de Ragnar, su pecho había sido atravesado. A Adrián lo tranquilizaba saber que ya no sería un problema a resolver, lo que le incomodaba era que no sabía si debía considerar a Matías una amenaza.

—¿Y el otro chico? —le preguntó a su familia.

—Se fue —respondió secamente Rubén.

—Y te nos pidió que te dijéramos algo— agregó su hermana—. No me acuerdo bien, pero creo que era algo de que ajustarían cuentas.

—¿Eso dijo? —le preguntó Rubén extrañado—. No lo escuche.

—No lo imaginé —se defendió Circe, sorprendida —. No importa, estaba bonito el niño.

—Dijo que ajustarían cuentas —corroboró Padre para después volverse a sumir en su mutismo.

Circe no pudo pasar por alto el silencio de Padre. Supuso que tendría que hablar con él. Tal vez, él podría explicarle lo que había visto y el calmar el pesar que sentía.

—¡Genial! —dijo Adrián desanimado—. Terminó con un enemigo y otro me declara su odio.

En el horizonte, el cielo comenzaba a clarear. Dentro de unas horas la luz del sol bañaría el lugar y el sonido de la ciudad al despertarse haría que todos comenzaran a dejar atrás la terrible experiencia por la que habían pasado. Podían respirar tranquilos, ahora que todo había terminado.

Adrián estrechó con fuerza a Daniel, contento de poder seguir disfrutando la calidez de su abrazo, una vez más.

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Dos figuras observaban la escenas desde un edifico cercano. Uno de ellos era un joven de cabello rubio y cuyo rostro era atravesado por una cicatriz, se encontraba medio oculto en una gruesa capa que lo protegía del frío. Su mirada no se despegaba de Adrián y su familia. Siguió cada uno de sus movimientos.

—Parece que aprobaron el examen —comentó su acompañante, cuyo rostro se ocultaba bajo la sombra de su capucha—. Pero siguen sin saber quién mueve los hilos.

—Son unos idiotas —agregó el chico.

El hombre esbozó una sonrisa. El viento agitó su capucha, la cual se mantuvo firme sobre su cabeza, la luz que comenzaba a salir por el horizonte fue incapaz de atravesar las sombras que lo ocultaban.

—Vamos—al hablar posó su mano sobre el hombro del chico, éste lo volteó a ver—, no seas tan duro con tus hermanos. Nuestra obligación es mostrarles la verdadera cara de este mundo.

El chico rubio sonrió ante la respuesta de su acompañante.


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