Caminas a lo largo de un estrecho pasillo, pasas junto a un charco, en el vez reflejado tu rostro de lobo. Adoras esa forma, con ella no t...

Aullido

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Caminas a lo largo de un estrecho pasillo, pasas junto a un charco, en el vez reflejado tu rostro de lobo. Adoras esa forma, con ella no tienes límites. Olfateas el aire, percibes el aroma a humedad y desechos, posiblemente ese lugar era un refugio de vagabundos, por lo visto ellos lo abandonaron hace tiempo. Escuchas una respiración acelerada, caminas hacia la dirección de la que proviene la respiración. Comienzas a percibir el aroma de una persona, tu amigo Daniel; debería cambiar de loción la que utiliza lo hace oler muy apetitoso, aunque el aroma tal vez sea el de su carne fresca. Sigues el aroma te lleva a unas cajas amontonadas, seguramente está detrás de ellas, sentado en cuclillas y sujetando con sus brazos sus piernas deseando que desaparezcas. Esto se torna aburrido, deseabas más emoción. Daniel te facilito las cosas, al meterse a esa fábrica abandonada. Decides jugar un rato más con él, no tiene escapatoria. Pasas de largo, ignorando las cajas y escuchas un suspiro de alivio. El suspiro fue tan bajo que un humano normal no lo hubiera escuchado, pero un licántropo si puede desafortunadamente Daniel no lo sabe. Sigues tu camino y escuchas como el corazón de Daniel late más rápido, seguramente es la alegría de saber que se ha salvado. Pobre tonto. Los latidos del corazón de Daniel comienzan a entonar una suave melodía que te atrae, oyes como fluye la sangre a través de su cuerpo, deseas poder probar esa sangre y alimentarte con su carne. Tu plan de diversión se ve arruinado por tu instinto más básico y letal: el instinto de alimentarse. Odias esa debilidad de tu cuerpo, la debilidad de obedecer a los instintos. Das una vuelta completa y corres hacia donde la melodía te guía, ves su horrorizado rostro, te gusta ver como sus facciones se transforman en un grito de auxilio, saltas sobre él y…

…despiertas sobresaltado, una capa de sudor frío cubre tu rostro, ves a tu alrededor y te alegras al ver que te encuentras en tu cuarto, todavía no amanece por completo pero ya se nota un poco de luz. Reconoces la cama sobre la que estás sentado y las paredes plagadas de imágenes, te pasas una mano por la frente. Extrañamente tu mano se encuentra húmeda; notas un aroma parecido al del hierro, rondando por tu cuarto. Revisas tu mano y ves a la luz del día que está por nacer que se encuentra cubierta de sangre, miras a un lado de tu cama y vez el cadáver destrozado de una persona, se encuentra rodeada por un charco de sangre, desconoces quién es pero descubres entre el charco algo blanco, lo tomas y lo acercas a tus ojos, la sangre cubre la gran mayoría del objeto pero parece una tarjeta; la limpias con tu sábana y dejas al descubierto una foto y un nombre, el rostro se te hace conocido y el nombre también:

DANIEL SÁNCHEZ .


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Historias escritas por Alejandro Galindo. Con tecnología de Blogger.