Y ya será tarde si llegamos II Tormentosas ideas se afincaban en la mente de Adrián, mientras las luces de la ciudad, que comenzaba...

War: Episodio 11

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Y ya será tarde si llegamos II



Tormentosas ideas se afincaban en la mente de Adrián, mientras las luces de la ciudad, que comenzaban a aparecer, se deslizaban sobre el parabrisas. La culpabilidad lo aguijoneaba con una dolorosa certeza, él había causado todo eso y lo que más le molestaba es que no le había costado trabajo empeorar las cosas. Únicamente había necesitado dejarse llevar por sus impulsos, creer que estaba haciendo lo correcto. Cada una de esas acciones había sido un peso más que lo aplastaba y temía descubrir el momento en que finalmente se rompería. ¿Por qué todos querían romperlo? Primero fue Joyce y su intento por revivir su relación, ahora Ragnar que buscaba venganza por sus compañeros caídos.

El hilo de sus pensamientos se cortó de manera abrupta. No se había percatado en la horrible simetría de las dos situaciones, ni tampoco en la forma tan extraña en que los eventos se entremezclaban.

Todo había comenzado con el secuestro de Daniel a manos de Joyce. Para poder rescatarlo, Adrián tuvo que enfrentarse con dos miembros de Fleurs du Mal. Al matarlos, sin que existiera un contrato, le otorgó a los demás miembros de Fleurs du Mal el derecho a cobrar venganza. Una cosa había sido consecuencia de la otra. Sin embargo, había detalles que aún faltaban por aclarar: El motivo por lo que dos miembros de Fleurs du Mal estaban con Joyce sin un contrato y el hecho de que los Fleurs du Mal se hubieran tomado la molestia de secuestrar a Padre y a Daniel, y de hacer un intento de secuestro con Circe y Rubén.

Fleurs du Mal es una banda de asesinos, que podrían hacer algo espectacularmente sangriento y lo único que hacen es secuestrar a alguien. Podrían haber repartido las viseras de Padre por todo el estacionamiento, eso si hubiera sido un gran trauma para él. Además era más fácil. Parecía que por algún extraño motivo se estuvieran conteniendo.

Un grito ahogado por parte de Circe, lo regresó con violencia a la realidad. En el momento en que estaba a punto de preguntar, un fulgor anaranjado acompañado de destellos rojos y azules le dio la respuesta que buscaba.

Un camión de bomberos trataba de apagar el fuego que consumía su casa, varias patrullas habían formado un cerco para tratar de mantener alejados a los curiosos. H estacionó el automóvil lo más cerca que pudo, hasta que se detuvo por completo. Todos descendieron para mirar como las llamas devoraban el que había sido su hogar por cinco años, una espesa columna de humo pretendía apagar a las estrellas. H se apartó para hablar con los policías. Los tres jóvenes se quedaron en su lugar incapaces de saber que era lo que debían hacer.

El teléfono de Adrián comenzó a vibrar, con una lentitud mecánica, lo sacó de su bolsillo y descubrió que le llamaba Daniel. No obstante, era imposible que él lo llamara, seguramente alguien estaba usando su teléfono. Descolgó y no se sorprendió al escuchar a su interlocutor.

—Lindo espectáculo ¿No?—le preguntó Ragnar, con sorna—. Espero puedas disfrutarlo tanto como nosotros.

—Detente —le suplicó Adrián—. Ya fue suficiente. Haré lo que quieras, pero deja ir a Padre y a Daniel.

—Tal vez, tal vez no —la satisfacción en sus palabras rozaban con la delicadeza de un veneno el oído de Adrián— No estás en la mejor posición para hacer solicitudes. Ven al Convento de Santa Prisca, debes venir solo.

Antes de que pudiera responder. Adrián sintió como alguien le arrebataba el teléfono del oído. Descubrió con sorpresa que Circe había decidido responder Ragnar.

—No irá solo —le dijo con una leve nota de ira—. Pusiste triste a mi hermano, me atacaste, secuestraste a mi Padre y quemaste mi casa. ¿Piensas que no haré nada?

—Si vienes —respondió Ragnar, Adrián se percató del volumen tan alto en que estaba su teléfono—, mataré a Daniel y a Sergio.

—¿Estás idiota o qué?—replicó Circe con una sonrisa—. No eres nadie para poner las condiciones. Tienes pocas opciones: Nos entregas al novio de mi hermano y a papá cuando lleguemos allá o los rescataremos y asesinaremos a cada uno de los bastardos que se ponga en nuestro camino. Y si se te ocurre, hacerles algo —hizo una breve pausa—. Los perseguiremos a todos ustedes y los ahorcaremos con sus propios intestinos.

Sin esperar respuesta, colgó. Miró enojada a Adrián, que no podía ocultar su sorpresa.

—Tú comenzaste esto —le reprendió Circe—, y lo mejor que se te ocurrió fue suplicarle. ¿Dónde está el hermano que masacró a una bola de frikis sólo para rescatar a su amor? Deja de comportarte como un debilucho y compórtate como un Segarra—pocas veces Adrián había visto tanta pasión en su hermana—. Iremos contigo, porque esto dejo de ser algo entre ellos y tú. Cometieron el error de meterse con todos los Segarra y ese error les resultará muy caro. La única que puede maltratarte soy yo y no dejaré que cualquier hijo de vecina me quite ese derecho.

Al decir lo último, le lanzó el teléfono celular que lo golpeo en el pecho y cayó sobre el suelo. Mientras ella se adelantaba, sujetando a Rubén del brazo, Adrián se apresuró a recoger el teléfono, una sonrisa cruzó su rostro. No estaba tan solo como pensaba, su familia estaba ahí para apoyarlo.

Observó las danzarinas llamas. Le había prometido a Daniel que lo sacaría de ese problema y lo haría. Ya había pasado el momento de llorar, ahora era el momento de ajustar el marcador.



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