Capítulo 4   Last Christmas Perdonen que haya terminado tan abruptamente el capítulo pasado. Pero no podía dejar que el capítulo...

Christmas Lights

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Capítulo 4

 

Last Christmas


Perdonen que haya terminado tan abruptamente el capítulo pasado. Pero no podía dejar que el capítulo avanzara más de ese momento. Tenía que asegurarme que regresarían. Fui un poco egoísta, pero es probable que para el final del capítulo me lo agradezcas. Muy bien, sigamos con la historia en donde la dejamos.
Tanto Daniel como su acompañante ya habían desaparecido dentro de la tienda. Adrián avanzaba hacia ellos. Su tristeza se estaba convirtiendo en una frustración que le comenzaba a corroer; sus pasos perdieron la calma de una persona que no comprendía su situación y adquirieron la fuerza de alguien con determinación. Quería saber por quién lo había dejado plantado Daniel.

—Adrián —lo llamó una voz a su espalda,

La voz le pertenecía a una mujer y ella le tomó su brazo para impedirle que siguiera caminando. Distraído se giró para descubrir que la voz le pertenecía a Laura, le costaba respirar como si hubiera estado corriendo.

—No vayas —le dijo ella con voz queda. 
—¿Por qué no? —reclamó Adrián, la ira que se había formado en su interior y que apenas había fluido al exterior se mostró en palabras cargadas de desprecio.

—Porque te conozco —respondió Laura haciendo caso omiso de su desdén, tiró de su mano para obligarlo a verla directamente a sus ojos—. Sé que eres un idiota y si entras ahí, te vas a arrepentir de lo que digas —una sonrisa se perfiló en sus labios.

Adrián le devolvió la sonrisa cansada. Sabía a lo que se refería Laura. Generalmente era alguien impulsivo y fácilmente se dejaba llevar por sus emociones. Solía anteponer sus sentimientos a los de los demás y si hubiera entrado detrás de Daniel, lo más probable es que se hubiera actuado posesivo con Daniel pese a que eran sólo amigos, o ni eso.

—¿Soy un idiota? —le preguntó Adrián.

—El más grande —respondió Laura—. Justo después del que está ahí dentro —señaló con la cabeza la cafetería a la que había entrado Daniel, después tiró de Adrián en la dirección contraria—. Ven.

Ella lo guió hasta una amplia avenida en la que cercada por una extensa banqueta en la que árboles de gran tamaño la cercaban, bancas de piedra ofrecían un descanso para el paseante que decidiera detenerse unos instantes para admirar la avenida y los automóviles que pasaban veloces ante ellos. Se sentaron en una de esas bancas de piedra.

No dudo que puedas estar preguntando que hace Laura ahí, si ella estaba en la fiesta. No es misterio muy grande pero es uno que debo resolver antes de continuar. Después de que ella le había contado lo que sabía de Daniel, se había percatado del efecto de su respuesta en Adrián, le pareció que había provocado algo más que sorpresa y tenía intención de preguntarle cuando sus amigos se acercaron a saludarla separándola del chico. Para cuando había terminado los saludos, el chico había desaparecido. Lo buscó con la mirada pensando que había ido por algo para tomar hasta que lo vio desaparecer por la puerta de la casa. Ella fue tras él, le costó esquivar a las personas y cuando finalmente salió a la calle, lo vio alejarse, sin pensarlo corrió para alcanzarlo, pero Adrián caminaba rápido y le costaba seguirle el paso, incluso lo llamó para pedirle que se detuviera pero el chico parecía ignorarla. Laura trataba de entender qué era lo que le pasaba y porque había actuado tan raro en cuanto le dijo que Daniel no vendría. La respuesta le apareció con tanta contundencia que no se sintió como una tonta por no darse cuenta. Seguramente habían quedado de verse en la fiesta y Daniel lo había dejado para salir con alguien más. La confirmación de su respuesta llegó cuando finalmente alcanzó a Adrián y vio lo que él veía.

Laura comprendía por lo que pasaba su amigo y lo único que pudo hacer después de haber evitado que siguiera a Daniel fue permanecer a su lado en silencio. Ni siquiera se atrevió a abrazarlo, Adrián no era de los que pedía abrazos cuando se sentía mal.

—¿Quién era él? —preguntó finalmente Adrián, su mirada la mantenía fija en los automóviles que destellaban bajo las luces.

—Iván —respondió Laura, sabía que esa pregunta saldría tarde o temprano—. El ex de Daniel. Quedaron como amigos y en ocasiones salen juntos —explicó Laura—. Esta es una de esas ocasiones, y parece que te dejó plantado para poder salir con él. Siempre lo hace. Cuando Iván lo invita a salir, se olvida de cualquier otro compromiso, a él es al único que nunca le dice no —Laura suspiró—. Incluso a mí me ha dejado plantada por él.

Lo último lo dijo con la intención de que Adrián no se sintiera tan mal de haber sido plantado, pero tuvo el efecto contrario y lo hizo sentir peor. De por sí, el saber la identidad del acompañante de Daniel ya era suficiente para sumirlo en un melancólico silencio. Ahora sabía que después de tantas cosas que pasaron juntos, él no era importante para Daniel.

—Así como lo oyes —dijo Laura interpretando su silencio como sorpresa—, te tenías que enamorar de la persona que no ha superado su ex.

Después de tanto silencio, el comentario de ella provocó una reacción en Adrián. Él la miró extrañado y se levantó de su asiento.

—¿De qué hablas? —le dijo con sorpresa.

—Te gusta ¿no? —replicó Laura—. Uno no se pone tan mal cuando un amigo lo deja plantado. En especial tú. Lo ves como más que un amigo o planeas hacerlo.

Por increíble que parezca, fue en ese momento en el que Adrián se dio cuenta de lo que sentía por Daniel, para ser más exactos lo había notado, porque el sentimiento siempre estuvo ahí, sólo que nunca se había percatado de él. Era como ese libro que no sabías que tenías hasta que alguien lo saca de tu librero y te lo muestra. Lau se lo había puesto frente a sus ojos y sólo así Adrián lo reconoció. No era su culpa, simplemente no estaba familiarizado con ese sentimiento. El Proyecto Sangre Nueva, del cual es fue un espécimen, nunca se preocupó por inculcarles sentimientos a sus niños más allá del de asesinar. Gracias a sus hermanos y padre adoptivos había descubierto lo que era el amor, pero el que sentía por Daniel era totalmente diferente. Incluso muy diferente al que sintió por Joyce.

—Creo que sí —confirmó inseguro—. No estoy seguro. Es confuso, ni siquiera sabía que me gustaba, hasta que lo dijiste.

—¿En serio? Parece que eres el último enterarte—declaró con sorna Laura— Casi todos ya nos dimos cuenta.

—¿Fue tan evidente?

—Adrián —la expresión de Laura era como si Adrián le hubiera preguntado si el fuego quemaba—, los que no se dieron cuenta fueron los ciegos. La mayor parte del tiempo te comportas como si ni el suelo te mereciera, incluso con tus amigos, aunque muchas veces son bromas. Pero con Daniel siempre evitaste hacerlo. También tu mirada cuando lo ves, hay algo que nunca había visto. A él no lo ves como un simple amigo.

—¿Crees que también Daniel lo sepa? —preguntó inseguro Adrián.

Lau se quedó pensativa, evaluando el comportamiento de Daniel, después de la pausa contestó:

—No, no lo creo. Es un poco lento y tiene su cabeza en otras cosas, por ejemplo Iván.

Esta vez fue el turno de Adrián de guardar silencio, estaba pensando en su siguiente pregunta y que era la más lógica.

—¿Tengo posibilidades?

La pregunta no sorprendió a Lau, ya que tenía su respuesta preparada.

—Le agradas y no dudo que saldría contigo…

—Si ignorara el hecho de que me dejó plantado —le interrumpió Adrián—, te creería.

Lau puso los ojos en blanco antes de continuar.

—A eso iba —continuó Lau irritada—. El problema es que no supera a su ex. Iván lo quiere sólo como amigo, pero Daniel insiste querer que las cosas sean como antes. No lo van a ser y él lo sabe. ¿Sabes? me recuerda a Joyce… un poco —agregó al notar que su comentario no era bien recibido—. El caso es que es un poco complicado. Tienes cosas a tu favor, pero lo de su ex lo vuelve un poco difícil. Lo primero que tendrías que hacer es decirle lo que sientes, porque no lo sabe y dudo que lo descubra por sí mismo. Después de eso, ya podríamos saber si tienes posibilidades.

Adrián se pasó las manos por detrás de la cabeza y se apoyó contra el frío respaldo de la banca, la luces de la avenida le conferían un tono anaranjado. Estaba reflexionando en lo que le había dicho Lau.

—O sea que tengo que después de declararme tengo que esperar lo mejor.

—Sí. Puede que Dany reconsidere su relación con Iván y vaya tras de ti o puede que te ignoré por completo.

—¿Y si me dice que no?

—Puedes pasarte toda tu vida preguntándote qué hubiera pasado o resolverlo de una vez. Él no va a llegar a ti si te quedas esperando una solución. Te gusta ¿no? Deja de tener miedo y haz lo necesario para que lo sepa y lo que sigue queda en manos de él, pero lo importante es que des el primer paso. La vida es una apuesta.

El chico guardó silencio. La avenida sobre la que estaban era muy transitada por lo que el ruido de los automóviles y las conversaciones de otras personas desplazó su silencio.

—¿Recuerdas cómo regresar a la casa de Sandra? —preguntó Lau.

—No

En respuesta ella le dio un golpe en el brazo. Adrián se quejó de dolor.

—Eso es por la fiesta que me acabo de perder.

Algo curioso sobre los planes es que muchas veces es mejor no tener uno. Los planes son parecidos a las vías de un tren, mientras están en orden el tren puede usarlas para llegar a cualquier lado, pero si hay fallas como que estén dañadas o el puente desapareció por la explosión del algún enemigo tuyo, es probable que no vayas muy lejos, porque los trenes sólo funcionan si hay vías y si no las hay son tan útiles como una piedra. En el caso de las declaraciones de amor, lo ideal no es tener un plan, porque la frustración es mayor si no funciona. Afortunadamente para Adrián, él no tenía un plan para decirle sus sentimientos a Daniel, ni siquiera había pensado en que era lo que le diría. No era porque no hubiera querido, sino porque no había tenido tiempo para hacerlo.

Al día siguiente de la fiesta de Sandra recibió una llamada de Daniel disculpándose por dejarlo plantado y diciéndole que se lo compensaría en el futuro. Adrián, decidido a no dejar pasar más tiempo para cumplir la tarea encomendada por Laura, así le dijo que se lo podría compensar esa noche. Lo invitó a ir al Parque Álamos, un lugar del que había escuchado hace un par de días y del que creyó que podría ser el mejor escenario para su declaración. Daniel aceptó y quedaron de verse en a las seis.

Parque Álamos no recibía su nombre porque tuviera álamos, simplemente se llamaba así porque la calle que conducía directamente a él tenía ese nombre. Había comenzado como una arboleda al final de una calle, que tenía la extensión de seis cuadras. El abandono del lugar se reflejaba en maleza creciendo a sus anchas y uno que otro tiradero de basura; hasta que los vecinos del lugar se empeñaron en convertilo en un parque público y con la ayuda de las autoridades lograron ponerlo en forma. Colocaron un sinuoso sendero de concreto que permitía pasear entre los árboles y que unía las diferentes zonas con juegos infantiles con las mesas para hacer días de campo y con las dos canchas de fútbol. El pasto se recortaba por lo menos dos veces al mes y se mantenía siempre verde, los árboles habían sido respetados en la remodelación y su sombra era bien recibida. El parque no era tan diferente a cualquier otro parque de la ciudad, excepto que en diciembre era invadido por luces y adornos luminosos para celebrar la navidad.

El lugar durante esa temporada era un espectáculo digno de verse. Las luces habitaban en los árboles como diminutas hadas bailarinas y llenaban de vida las frías noches de diciembre. No había rincón que no estuviera iluminado por luces multicolores o luces amarillentas o luces de un frío azul. Podrías pensar que era un completo caos luminoso, pero no lo era. Los vecinos del lugar se esforzaban en acomodar las luces de tal forma que el parque adquiriera un aire mágico. Precisamente por eso, en cuanto Daniel llegó acompañado de Adrián esa noche, no pudo reprimir una exclamación de asombro. 
—Es impresionante —dijo Daniel.

Los dos se encontraban cerca de la zona de juegos, una resbaladilla metálica y un par de columpios destellaban bajo la luz multicolor que brillaba de un árbol cercano. Adrián sonrió complacido, el lugar había sido una buena opción.

—Es la primera vez que vengo —dijo Adrián—. No imaginaba que fuera así.

Juntos recorrieron por el sendero del parque cobijados bajo una noche estrellada. Estaban sumidos en silencio, Adrián se moría de ganas de romperlo y decirle lo que sentía por él, pero una parte de él prefería esperar sentía que todavía no era el momento. Sin embargo, no sabía cuando sería el momento indicado.

—Realmente lo siento por no avisarte que no iría —dijo finalmente Daniel—. Me surgió… algo y no pude avisarte.

Adrián tuvo que morderse la lengua para no preguntarle si ese algo se llamaba Iván.

—No hay problema, al final me encontré con Laura y salimos a pasear.

—Sí, algo me contó, después de regañarme por haberte dejado plantado.

—Hablando de eso —le dijo Adrián.

Habían llegado a una fuente circular en cuya parte superior un pez escupía agua, alrededor de la fuente cuatro bancas la resguardaban, en una de ellas, la más alejada a ellos se encontraban un grupo de cuatro chicos conversando, ni siquiera repararon en Daniel y Adrián. Los dos se habían detenido, Daniel esperaba a que él continuara.

La mente de Adrián se nubló, supo que tenía que actuar ahora. No pensaba en declarársele, pensaba en dar un mensaje más directo. Se acercó a Daniel y le dio un beso en la boca. Fue uno tan breve como el aleteo de un ave, pero con la energía suficiente como para iluminar una ciudad por una noche. No obstante para Adrián le pareció el beso más largo de su vida.

—Me robaste tiempo y por eso te robó un beso —fue la explicación ante la mirada atónita de Daniel.

Daniel se había sonrojado y fue incapaz de articular palabra alguna. Sin decir más se alejó corriendo dejando a Adrián solo. Adrián había extendido un brazo para intentar detenerlo pero no se atrevió a tocarlo. No tardó en recriminarse por lo que había hecho. Tenía que haber esperado más o siquiera decirle lo que sentía antes de robarle un beso, se preguntaba porque pensó que había sido una buena idea. Se pasó la mano por la cara en un gesto de frustración.

—Soy un idiota —se dijo Adrián—. Mis posibilidades ahora son cero.

Estaba por irse cuando reparó en que los chicos que habían estado en la banca también habían desaparecido. Una alarma invisible comenzó a sonar en su cabeza. Desde que los había visto, había algo en ellos que no le gustaba y ahora que su desaparición coincidía con la huída de Daniel menos le gustaban. Decidió tratar de alcanzar a Daniel, no estaba seguro de si lo encontraría, pero tenía que buscarlo.

Le pareció que las luces del parque no iluminaban tanto como había creído, sentía que había más sombras impidiéndole encontrar a Daniel. No tardó en ver a un grupo de personas reunidas junto al muro, ya estaban en los límites del parque, detrás del muro una lámpara del alumbrado público se erguía junto con unos árboles que trataban de ocultar su luz. Adrián reconoció la vestimenta de uno de los chicos que estaba en la banca de la fuente, corrió hacia ellos.

A medida que se acercaba la escena adquiría su terrorífica forma ante él. Daniel estaba apoyado contra el muro y miraba aterrorizado a las cuatro personas que lo tenía acorralado. Los chicos se mantenían pendientes de cualquier intento de Daniel por escabullirse, la sonrisa de un lobo ante un conejo destellaba en sus bocas. Adrián calculó que debía tener al menos veinte años.

—Pobre putito —alcanzó a oír Adrián que dijo uno de ellos que le daba la espalda—, no tiene dónde escapar. Parece que podremos hacerle un favor al mundo y deshacernos de este joto.

—Podrías hacerle un favor a tu mamá lavándote la boca con jabón —dijo Adrián—. Si te escuchara estaría muy decepcionada de tí.

El que habló se giró para verlo, los otros tres le imitaron sin dejar de sonreír parecían divertidos por la presencia de Adrián.

—¡Vaya, pero si es el otro! —exclamó el chico sin dejar de sonreír—. Parece que podremos hacerle dos favores al mundo.

Sus secuaces se rieron, estaban pensando en la fiesta que tendrían. No veían a Adrián como una amenaza sino como un incauto que cayó en sus redes,

—Puedes hacerte un favor y dejarlo en paz —replicó Adrián.

—¿Me estás amenazando, anormal? —le interrogó el tipo irritado.

—Sólo los débiles amenazan —respondió Adrián con arrogancia—. Yo te estoy haciendo una promesa, te prometo que si le haces daño al él, te arrepentirás.

—Bájale de huevos a tus amenazas —dijo el chico a la vez que se acercaban—. Hasta aquí llegaste. Cuiden al otro invertido —les dijo a sus acompañantes—, primero me encargaré de este. Uno menos y el mundo será un lugar mejor.

—Imagínate —agregó Adrián con sarcasmo—, te pondrán un monumento.

Les dirigió una sonrisa retadora. Si algo había aprendido cuando formó parte del Proyecto Sangre Nueva era que nunca debes dejar que la confianza gobierne tu juicio y los chicos parecían bastante convencidos de que Adrián no sería un oponente para ellos, los pobres no sabían de lo que él era capaz.

El líder de ellos se acercó a Adrián dispuesto a sujetarlo, pero Adrián fue lo bastante rápido como para soltarle un puñetazo en el estómago que le sacó el aire, el tipo se dobló de dolor. Los otros tres lo miraron sorprendidos por la rapidez de sus movimientos y se lanzaron sobre él. Adrián lo esperaba, sabía que si humillaba a su líder los otros tratarían de vengarse, pero no coordinarían sus ataques y le harían su trabajo más fácil.

El que iba a la izquierda trató de lanzarle un golpe hacia la cara, el de en medio se lanzó contra Adrián en un intento por derribarlo y el que estaba a la derecha también elegió el puñetazo hacia la cara. Adrián saltó sobre el que pensaba embestirlo y desde ahí extendió las piernas a los lados para darles una patada a los de los costados. Los tipos se estrellaron contra sus zapatos y cayeron de espaldas, el tercero cayó sobre sí al no poder soportar más el peso de Adrián.

La intención del chico no era más que herirlos para que dejarán a Daniel en paz, no pensaba en incapacitarlos ni en matarlos. Hasta que el líder recuperado del golpe se levantó, en su mano una navaja sonreía sedienta. Sin titubear avanzó contra Adrián con la intención de cortarle. Para Adrián fue fácil esquivar la estocada que iba hacia su costado con un giró y sujetarle la mano para evitar que volviera a cargar, mientras tenía atrapada la mano de su atacante con el codo de su otro brazo golpeó el brazo atrapado de su oponente, el crujido del hueso y el aullido de dolor del tipo le confirmaron que había logrado romperle el brazo. Antes de dejarlo caer, le dio una patada en el estómago.

Los otros tres ya se habían recuperado y se disponían a defender el honor de su líder, uno de ellos tenía la nariz llena de sangre. Adrián se percató de que ya no pensaban más que en acabar en él. Al parecer habían aprendido de su primer intento porque sólo uno fue el primero en lanzarse contra Adrián, los demás esperarían a que el primero choque contra él para meterse en la batalla. Su atacante se acercó y le lanzó una patada, el chico detuvo la pierna, uno de los tres se acercó para ayudar a su amigo. Adrián giró a su presa para que golpeara al que se acercaba, los dos chocaron con estruendo. El tercero trató de acercársele por la espalda en lo que luchaba con sus dos compañeros, Adrián lo había escuchado y pudo escapara de su agarre, el tipo se inclinó hacia adelante y Adrián aprovechó ese instante para golpearlo en la base de la nuca y dejarlo inconsciente. Sin esperar a uno de los otros se recuperarán le tomó su cabeza y la estrelló contra su rodilla haciéndole perder el conocimiento. El último que quedaba, el de la nariz sangrante, retrocedió asustado y se disponía a correr cuando Adrián lo alcanzó y lo golpeó en la base del estómago con lo que perdió el conocimiento.

Una vez que comprobó que ninguno planeaba levantarse se dirigió hacia el líder, el cual lloraba por su brazo roto.

—Maldito maricón —le increpó el líder con ira—. Me das asco, tú y todos los tuyos. Algún día se…

—Y aún así—le interrumpió Adrián—, un maricón acaba de romperte el brazo y fue completamente tu culpa, tú me atacaste.

Se levantó y se dirigió hacia Daniel ignorando los improperios que le lanzaba el joven. Daniel estaba recostado contra el muro, miraba sorprendido a Adrián. El miedo todavía no desaparecía de su rostro pero ya comenzaba a hacerlo.

—¿Estás bien? —le preguntó Adrián.

—Sí —respondió Daniel—. Gracias por salvarme.

—Y lo volvería a hacer —dijo Adrián y lo tomó entre sus brazos—. Desde que te conocí mi mundo ha cambiado, he tratado de imaginar mi futuro sin ti y no puedo. Por eso te pregunto, ¿quieres salir conmigo?

El silencio de Daniel se clavó como una daga en el corazón de Adrián, el esperaba una respuesta más rápida. Pasados unos segundos, el dolor se intensificó cuando Daniel se separó de su abrazo y le dijo:

—Dame tiempo, tengo que pensarlo.



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