12 de Agosto de 18... Querida hermana, Espero que está carta no te produzca un profundo dolor, ya que te la escribo lleno de alegría...

El País de las Hadas

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12 de Agosto de 18...

Querida hermana,

Espero que está carta no te produzca un profundo dolor, ya que te la escribo lleno de alegría. Ésta será la última carta que recibirás de mí.

Cuando la recibas ya no me encontraré deambulando en este mundo gris. No me malinterpretes, hermana mía, no moriré. Iré a vivir al País de las Hadas. Justo como en los cuentos de Thomas El Rimador que nos contaba nuestra tía cuando éramos pequeños.
Antes de que pienses que he perdido la razón, deja comience el relato de mis vivencias para que con ellas puedas juzgar mi decisión.

Todo comenzó una noche en la que regresaba de la cena con la Condesa de C.... Había ido por invitación de mi amigo Franz, quien ha sido mencionado frecuentemente en mis pasadas cartas; Fue una velada exquisita, la compañía era inigualable y la comida más. Sin duda fue un gran evento, ya que las personas más importantes del condado se encontraban reunidas ahí. Incluso se decía que la cena había sido más espléndida que las que suele dar el alcalde, el señor Bellenden.

Cerca de la medianoche abandonamos la residencia de la Condesa de C..., sin olvidar los numerosos agradecimientos a nuestra anfitriona y las promesas de volver a visitarla en cuanto nos fuera posible. John, el cochero de Franz ya nos aguardaba cerca de la escalinata de la villa de la Condesa.

El viaje de regreso a mi hogar no presentó muchos problemas. Franz y yo discutimos nuestras impresiones de la velada. Cuando estuve cerca de casa, le pedí a mi amigo que me permitiera continuar mi camino a pie, ya que la noche se presentaba con un agradable y me parecía insensato desperdiciar la oportunidad de disfrutar de la luna. Mi propuesta fue recibida con cierta preocupación por parte de Franz, que al final no tuvo más que aceptar.

Una vez fuera del carruaje avance por el camino hacia mi casa, este cruza una arboleda. La arboleda era uno de los motivos de preocupación de Franz, pero no de los míos. De día, el silencio que encontraba ahí era de lo más relajante y no dudaba que en la noche sería igual.

Mis reflexiones fueron interrumpidas por una alegre melodía producida por una flauta, que era acompañada por un barullo de voces y risa. El ruido parecía salir de entre la arboleda. No sentí miedo, sólo fui presa de una curiosidad. ¿Qué clase de personas celebrarían una fiesta en medio del bosque y en una horas tan impropias? En ese momento, ningún pensamiento fantasioso llegó a mi mente para darle explicación alguna. Simplemente sospechaba que eran personas comunes.

Movido por la curiosidad, me interné en la arboleda y seguí el rastro que dejaba la música tras de sí. A medida que me internaba en el bosque, la luna se perdía detrás de las ramas de los árboles.

No tuve que avanzar mucho para descubrir la fuente del barullo. Aunque no puedo admitir que tuve tiempo para prepararme para lo que me encontré ahí.

Llegué a un claro, donde seres extraños bailaban al son de la música. En el fondo mesas formadas con ramas tenían diferentes fuentes llenas de alimentos tan extraños como apetitosos. La luna competía contra unas cuantas hogueras multicolores para ver quién iluminaba mejor el lugar. Entre los seres había algunos del tamaño de un niño pero con la apariencia de un anciano, criaturas luminosas que revoleteaban entre los bailarines, humanos que parecían hechos de arbustos y seres parecidos a niños pero cuyos ojos mostraban tener más edad. Ninguno de estos seres pareció percatarse de mi presencia.

Contrario a lo que podrías pensar, mi primer instinto no fue retroceder, sino acércame y celebrar con ellos. Anhelaba compartir su alegría. Perdiendo todo vestigio de duda me presenté en el claro. Ellos no se mostraron asustados, podría asegurarte que se sintieron felices por mi presencia. Enseguida bailaron conmigo. Baile con diferentes seres, su energía era tan vibrante que era difícil rechazar a mis compañeros de baile.

No recuerdo cuanto tiempo fue el que estuve bailando con ellos, pero sé que llegó un momento en que me sentí cansado. Así que me senté cerca de una mujer de una belleza tan asombrosa que la misma Venus podía sentir envidia de ella. ¡Oh, mis ojos eran tan indignos de su belleza! Su cabellera tenía adornos cubiertos en oro que asemejaban hojas y su ropaje era de un verde tan vivo que parecía estar hecho de hierbas cortadas al mediodía. Bebía distraídamente de su copa y al verme tan cansado me la ofreció. Sediento le agradecí el gesto y tomé un sorbo, la bebida era tan dulce y refrescante como el rocío matinal.

Ella se presentó como la Reina de las Hadas. Hasta ese momento comprendí que me encontraba en una de esas fiestas que las hadas celebran y que, por precaución, nuestras abuelas nos aconsejan alejarnos. Siempre había pensado que tales historias eran parte de los cuentos que nos contaba nuestra tía. No obstante el estar ahí, descubría que había algo de verdad en sus palabras.

La Reina pareció divertirse por mi súbita comprensión. Al verme levantar tan de súbito y buscar la forma de salir de ahí, ella me tomó del brazo y me aseguró que no debía temer peligro alguno, y que en cuanto acabara la fiesta regresaría a la normalidad. Después me pidió que bailara una pieza con ella. La voz de la Reina era tan dulce como el vuelo de un ruiseñor que no tuve la voluntad para negarme. Todo en ella me hablaba de la belleza que esperamos en el paraíso.

Acepte su invitación. No hay palabras para describir nuestro baile. Con cada paso me sentía desvanecerme en el éter y convertirme en un sueño. Una vez la pieza hubo terminado, ella me dio un beso. Nuestras bocas se fusionaron y el mundo se diluyó en la oscuridad de una noche sin estrellas.

Desperté en el claro, con el sol atravesando las ramas. No había rastro de la fiesta que había tenido lugar ahí, sólo un círculo de hongos señalaba la zona en la que el baile había ocurrido. En cuanto a mí, tenía la apariencia de de haber dormido en el bosque toda la noche. Parecía como si lo que ocurrió en la noche hubiera sido parte de un sueño.

Incluso la experiencia pareció no haber producido algún recuerdo. Sin embargo, desde ese día veo a la Reina en mis sueños, ella me invita a bailar con ella de nuevo en su palacio en el País de las Hadas. Al principio, los sueños se borraban de mis recuerdos en las primeras horas de la mañana, pero después, mi mente acude a ellos con mayor frecuencia. ¡Cómo anhelo estrecharla en mis brazos!

Cada día que pasaba añorándola era un día más en que me torturaba por la distancia que nos separaba. No había hora en que la no recordará su perfume y me imaginara acompañándola a su palacio.

Las horas de añoranza han terminado. Puedo escuchar desde mi dormitorio la música de las hadas. Sé que debo ir, sé que debo reunirme con la Reina. El país de las hadas me espera.

Cuando recibas esta carta, yo estaré con mi querida reina. No dejes que las lágrimas recorran tu rostro, yo no estaré triste en el País de las Hadas.

Mis mejores deseos,

Ernest




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