—¿Puedo acompañarte a casa? Los ojos del chico le sonrieron mientras hablaba y ella se perdió por completo en esa sonrisa capaz de disi...

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—¿Puedo acompañarte a casa?

Los ojos del chico le sonrieron mientras hablaba y ella se perdió por completo en esa sonrisa capaz de disipar las nubes.
Él le extendió su mano al verla tan confundida y dijo:

—Me llamo Chris.

Ella estrechó su mano y sonrió confundida.

—Soy Sarah —se presentó con un murmullo.

Su corazón palpitaba con violencia. Chris era el chico que había encontrado en la mayoría de las tiendas que había visitado mientras buscaba el regalo de su madre. Recordaba esos ojos de un azul profundo y ese rostro siempre sonriente.

Desde la primera tienda que lo había visto no había desperdiciado alguna oportunidad para observarlo discretamente, deseando que él no lo notara. Se conformaba con observarlo de lejos porque sabía que nunca hablarían. Por ningún motivo, él se fijaría en ella y seguramente nunca se volverían a encontrar. Se perderían entre un mar de gente cuando salieran del centro comercial.

—Ya no somos desconocidos —dijo Chris—. ¿Puedo acompañarte a casa?

Sarah no pudo más que asentir torpemente ante la invitación del chico.

No podía creer lo que ocurría. Ella había sentido que Chris también la observaba furtivamente en sus encuentros casuales entre las tiendas, pero creía que eran imaginaciones suyas. Ahora sabía que no había estado soñando despierta.

A sus dieciséis años nunca había tenido novio y el hecho de que un atractivo chico quisiera pasar tiempo con ella la halagaba mucho. No pudo negarse, incluso dejo que el cargara la bolsa del regalo que había comprado para su madre. Una enorme felicidad se había alojado en su interior y porvocaba una sonrisa que nada podría borrar. Juntos se internaron el bullicio de la ciudad mientras ésta era envuelta por la noche. La gente no reparó en aquella pareja de la que parecía brotar un romance.

—Es curioso que nos hayamos encontrado tantas veces ¿no? —comentó Chris—. Es como si hubiera sido el destino tratando de unirnos —hizo una pausa y miró preocupado a Sarah—. Lo siento, creo que me oí como un idiota.

—Para nada —dijo Sarah entre risas—. Tampoco creo que haya sido casualidad que nos encontráramos por todo el centro comercial. Nos encontramos por alguna razón y creo que no debamos ignorarla.

Él chico le mostró otra de sus sonrisas que eran capaces de elevarla.

—Un plan escrito por alguien más —puntualizó Chris—. Es extraño conocer a alguien que también cree en el destino. Generalmente la gente me mira como un loco por creer en el destino.

—Yo creo en el destino. La gente piensa que siguen sus propios caminos, pero sólo siguen algo que ya está establecido de antemano. Están atrapados en el plan de alguien más y no lo saben...

De repente sintió los brazos de él rodeándola por la espalda. No se había percatado cuando Chris se había quedado atrás. Sintió su respiración en su nuca.

—Hueles tan bien —dijo él con un sonoro suspiro—. Realmente siento pena por esa gente que nunca se da cuenta de que están atrapados en el plan de alguien.

Sarah por primera vez se dio cuenta del lugar en el que estaba. Era un callejón pobremente iluminado por las farolas cercanas. El lugar olía a podredumbre y al miedo que ella sentía. El ruido de la ciudad se había apagado hace tiempo.

A pesar de que ella era la que se dirigía a casa, había estado tan distraída que había dejado que Chris la guiará. No entendía que la había motivado a hacer eso. Tampoco tuvo tiempo de entenderlo mientras una navaja recorría su garganta con lentitud.


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