El pasillo terminaba en un arco que albergaba una oscuridad tan grande que su linterna resultaba inservible. A pesar de ello, Aarón trató d...

Miércoles de Minirelatos: Una nube en verano

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El pasillo terminaba en un arco que albergaba una oscuridad tan grande que su linterna resultaba inservible. A pesar de ello, Aarón trató de cortar las sombras con su luz, pero las sombras devoraron fácilmente. Observó la oscuridad con determinación. La idea de regresar nunca pasó por su cabeza, un misterioso impulso lo invitaba a seguir. Dio un paso y se internó en el oscuro umbral. En el momento que su pie tocó el suelo del otro lado, una luz azulada iluminó el lugar. La luz le mostró una amplia estancia circular, ocho gruesas columnas sostenían una bóveda en la que flotaban esferas de cristal con un fuego azulado en su interior disipando las sombras. A lado de cada columna se alzaban imponentes las estatuas de ocho personas. Un trono de piedra se encontraba en su centro y encaraba la puerta.

Se maravilló al ver el lugar, pero le producía cierta inquietud. Era imposible que algo de esa antigüedad se escondiera en las entrañas de la ciudad sin que nadie se percatara, alguien tuvo haber que llegado allí antes que él. Entonces pensó en que probablemente nadie había regresado para contarlo al mundo. Un escalofrío recorrió su espalda ante tal pensamiento.

—Bienvenido, Aarón —dijo una voz grave a su izquierda—. Te he estado esperando.

Al buscar a su interlocutor descubrió a un anciano que vestía una túnica con un diseño arcano. Una sonrisa se enmarcaba en su rostro e inspiraba confianza a pesar de ser un hombre que habitaba un lugar tan extraño

—¿Quién eres? —le interrogó Aarón—. ¿Cómo sabías que iba a venir?

—Soy el Guardián —explicó el anciano—, y nuestro encuentro estaba decidido de antemano.

Aarón lo miro extrañado. Él nunca había creído en el destino y muchos menos, creía que alguien lo estuviera esperando. Su existencia siempre había pasado desapercibida para los demás. Era como una nube en verano. La gente pensaba en él por un instante, pero después lo olvidaban.

—Tú eres el Elegido —continuó el anciano con solemnidad—. Este es el comienzo de misión para derrotar las fuerzas de Alphegor. Sus seguidores han comenzado a moverse, debemos reunir a los guerreros de la luz para hacerle frente…

—Creo que está equivocado —admitió Aarón interrumpiendo al Guardián—. No entiendo que tiene ver eso conmigo… No tengo habilidades ni nada…

—Muchacho —comenzó el anciano con una mirada compasiva—. Todo tiene que ver contigo. Tú salvarás el mundo. Tus padres murieron para protegerte y así cumplieras tu misión.

Era la primera vez que Aarón escuchaba de la muerte de sus padres. Desde pequeño siempre había vivido con su abuelo, quién lo despreciaba porque lo culpaba de la muerte de sus padres. Su abuelo, se preocupaba únicamente en no dejarlo morir de hambre o frío, pero nunca le había mostrado un ápice de cariño.

—¿Murieron para defenderme de quién? —preguntó Aarón—. ¿Qué tengo de especial?

—Hace tiempo, cuando las leyendas vivían, humanos y demonios vivían en igualdad. Hasta que llegó Alphegor, quién se dio cuenta que los demonios eran más poderosos que los humanos. Reunió un ejército con el que comenzó a asolar los reinos de los hombre y volverlos esclavos.

»Los reinos no tenían a quién acudir y pronto caerían bajo el poder de las fuerzas de Alphegor que se volvían más poderosas con cada victoria. En ese momento fue cuando se levantó, Marne y sus ocho Guerreros de la Luz para enfrentarse a las fuerzas del Rey Demonio.

»Fueron meses de intensa lucha para ellos, ya que no tenían un ejército para enfrentarse a la creciente armada de demonios. Hasta después de un tiempo, formaron un ejército con el que pudieron reducir el poderío de sus oponentes. Al final, en una batalla en la que muchas personas dieron sus vidas. Marne hizo el último sacrificio y selló al Rey Demonio a costa de su vida. Los demás demonios que no murieron se escondieron entre los humanos esperando el regreso de su rey.

»Los Guerreros crearon la Orden de los Guardianes para prepararse para el inminente regreso de Alphegor a nuestro mundo. Desde hace milenios la Orden ha estado vigilante por cualquier señal de que Alphegor o del retorno de Marne. Hace quince años descubrimos que Marne reencarnó en ti.

» La noche en que naciste, algunos seguidores de Alphegor decidieron acabar contigo para evitar que reunieras a los guerreros y le hicieras frente a su señor. Tus padres dieron sus vidas para protegerte, la Orden no pudo llegar a tiempo para salvarlos. Pero te pusimos a resguardo de tu abuelo. Era la única forma de mantenerte a salvo.

El chico no sabía que decir. Hasta hace unas horas un simple chico que sólo existía y ahora descubría que era la única esperanza del mundo. Se sintió un poco mareado, pero el Guardián pareció no darse cuenta porque siguió hablando:

—Tú eres la reencarnación de Marne, el único que le hizo frente a Alphegor. Eres el único que puede despertar a los guerreros. Tú misión es buscar…

—No lo haré —lo interrumpió Aarón.

Su voz rebotó en la estancia con fuerza. Había escuchado suficiente y entendía lo que venía.

—¿Qué dices? —dijo el Guardián sin ocultar su contrariedad—. E-eres la salvación de la humanidad.

—Me pides que salve a las personas que se pasan de largo sin percatarse que estoy a su lado —respondió Aarón—. A esas personas que me odian como mi abuelo, a esas personas que nunca les preocupé, pero me hablan cuando necesitan algo y después me ignoran de nuevo. A todas esas personas que ni siquiera saben mi nombre.

La ira bullía en el interior de Aarón, siempre había odiado al mundo por dejarlo de lado y ahora tenía su oportunidad para vengarse. La expresión de tristeza del Guardián le dio satisfacción. Él era igual que los demás, lo buscaba cuando necesitaba algo. Si tan importante era, ¿por qué no trató de sacarlo de su soledad? ¿Por qué lo dejó vivir en un mundo que lo ignoraba?

—Aarón —lo llamó el anciano—, no, no es a ellos...

—A nadie le he importado y nadie me importa. Por mí, que se joda el mundo. Me da igual lo que les pase.

Sin darle oportunidad al Guardián de reaccionar, se dirigió a la salida. Sentía la mirada del Guardián clavada en su espalda y también sintió que las estatuas lo observaban con sus pétreos ojos. No sintió remordimiento por su decisión.

La gente nunca lo recordaba, sus amigos siempre cancelaban cuando los invitaba a salir. Todo ese mundo de soledad, ero lo que suponía que debía salvar. No valía la pena enfrentarse al Rey Demonio sólo para salvar ese mundo.





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