Andrea se preparaba para salir, su amiga Pamela la había invitado a pasar la noche en su casa. Era la primera vez que Pamela le hablaba, de...

Espejo

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Andrea se preparaba para salir, su amiga Pamela la había invitado a pasar la noche en su casa. Era la primera vez que Pamela le hablaba, desde la muerte de su madre; para Andrea eso significaba un avance, ya se había comenzado a preocupar de que Pamela se alejara de las personas. Por lo visto la muerte de su madre había sido un golpe muy fuerte para ella.



Había ocurrido a inicios de septiembre, Pamela se había peleado con su mamá, porque no la dejaba regresar tarde una fiesta, en la discusión la mamá de Pamela se había mostrado inflexible y eso había provocado que Pamela saliera corriendo de la casa. Su mamá, después de que Pamela regresaba y ya se oscureciendo había salido a buscarla. Decidió buscarla en el parque, mientras cruzaba la calle, no había notado que el semáforo estaba en verde y fue atropellada por un automóvil. Cuando Pamela regresó, se enteró por sus vecinas lo que había ocurrido y enseguida se soltó a llorar. Su custodia pasó a manos de sus abuelos, su papá había desaparecido hace mucho tiempo. Después de la muerte de su mamá; no fue a la escuela en una semana, cuando regreso se mostraba distante, había dejado de hablar con la gente y parecía que se debilitaba cada día.

La invitación de Pamela, al inicio, la había causado extrañeza a Andrea. Pamela casi no le había hablado en todo un mes y después le hablaba como si nada. Andrea no iba a aceptarla, pero después de pensarlo mucho, había decidió y le y había dicho que sí.

Ahora se encontraba guardando su camisón en la mochila que se llevaría a la casa de Pamela, cerró su mochila y salió de su casa. Caminó las pocas calles que separaban su casa de la de Pamela. Cuando llegó tocó el timbre y Pamela le abrió la puerta.

—Hola —saludó tímidamente Andrea.

—Hola— le respondió Pamela y la invitó a entrar. Andrea entró y Pamela cerró la puerta tras de ellos. — Mis abuelos salieron a visitar a una tía. Así que podemos dormirnos tarde.
Pamela guió a Andrea hasta su cuarto, mientras caminaban por un largo pasillo, Andrea notó que había fotografías de Pamela. Las miró detenidamente y descubrió que a algunas les faltaba un pedazo, pero no le dio importancia y siguió su camino. Había estado muchas veces en esa casa, pero no recordaba que era lo que le faltaba a las fotografías, se acercó al cuarto, cuando lo vio dejó de pensar en las fotografías.

El cuarto se encontraba igual a como lo había visto la última vez que había ido. La cama que tenía Pamela seguí en su lugar junto a la esquina más alejada del cuarto, el librero se encontraba en la otra esquina y su escritorio a lado. El cuarto se veía igual; a excepción de que las ventanas estaban pintadas de negro y en el centro de la habitación había un enorme espejo y a su alrededor un círculo de un polvo blanco. Esparcidas en el suelo se encontraban los trozos que faltaban de los pedazos de las fotografías del pasillo, en todos los pedazos estaba la madre de Pamela

Andrea no reaccionó, sino hasta que Pamela cerró la puerta del cuarto. Andrea intentó abrirla pero descubrió que la habían cerrado con llave, su mochila se había caído.

— ¡Esto no es gracioso!— le gritó a Pamela, quien simplemente sonrió con malicia.

Pamela se metió al círculo y Andrea trató de seguirla pero de repente su cuerpo dejó de responderle. Pamela dibujó con el dedo unos símbolos en el espejo y después señaló a Andrea, sin saber cómo Andrea comenzó a acercarse a Pamela, tenía la sensación de que no debía avanzar más pero aún así su cuerpo avanzaba. Pamela le señaló el espejo y Andrea se colocó en frente del espejo, trató de dejar de moverse pero no podía era como si un imán la atrajera al espejo.

—No puedes detenerte—le dijo Pamela— desde que entraste al cuarto caíste en un antiguo hechizo. Ahora tu cuerpo obedecerá mis órdenes.

Al colocarse en el espejo vio a una mujer del otro lado del espejo, la mujer se parecía a la madre de Pamela, solo que mostraba las heridas de haber sido atropellada, su rostro tenía múltiples rasguños y su torso se encontraba deshecho, su piel era blanca y parecía más un cadáver que persona. Andrea trató de moverse pero no pudo.
— Mamá — murmuró Pamela, mientras sonreía.

La mujer del otro lado del espejo salió de él y se acercó a Andrea, ella comenzó a gritar y la mujer se continuó, acercando a ella, sin decir nada la mujer entró en el cuerpo de Andrea, quien cayó desmayada. Pamela se acercó a Andrea y la tomó en sus brazos. Andrea abrió los ojos y sonrió.
—Pamela — susurró Andrea — ¿Qué pasó?

Pamela abrazó a Andrea y le dijo:
—Nada, ahora estamos juntas de nuevo. Mamá—


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Historias escritas por Alejandro Galindo. Con tecnología de Blogger.