Caminas apresurada, vas a llegar tarde a tu cita. Miras tu reloj, señala las doce menos quince. Piensas una serie de improperios hacia el tr...

Impacto

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Caminas apresurada, vas a llegar tarde a tu cita. Miras tu reloj, señala las doce menos quince. Piensas una serie de improperios hacia el transporte público, te esperaban desde hace diez minutos, decides apresurar el paso esperas no hacerlo enojar, pero también esperas que no te salga con la típica respuesta “Llegué hace poco”, te molestan los hombres que mentían para complacer, tan fácil como decirte “No te preocupes, me entretuve viendo, la gente pasar” o “Me aburrí mucho”.



Te acercas a la esquina, ves que la luz roja te impide avanzar en tu alocada carrera. Te dedicas a ver las líneas sobre el asfalto. A tu lado descubres a un niño, lo miras extrañada porque no recuerdas haberlo visto cuando te acercabas a la esquina. El niño te voltea a ver y te sonríe, ves que no tiene más de cinco años, su rostro infantil se voltea hacia la calle y comienza a avanzar. Comienzas a seguirlo, pero te das cuenta que se acerca un camión a una alta velocidad, y ves que el niño se paró a mitad de la calle. Te preguntas si el niño se quiere suicidar, tu quieres impedirlo, no creías que un niño quisiera suicidarse. Recuerdas que tu hermano menor murió atropellado al perseguir una pelota, no quieres volver a ver algo así. Decides alcanzarlo y empujarlo, no te preguntas porque el camión no hizo sonar su bocina, ni el motivo por el que al acercarte al niño este desaparece.

Sientes el impacto, eres empujada unos metros, sientes el impacto de tu cabeza con el asfalto. Ves que la gente se comienza acercar, no sientes tus piernas, sabes que la vida se escapa. Ves a lo lejos al niño, sorprendida descubres que tiene cierto parentesco con tu hermano menor, el niño aparece a tu lado, el dolor de tu cuerpo te impide hacer preguntas, ves que la gente ignora al niño, nadie se percata de que está a tu lado, el niño se inclina y te dice:

—Ahora estaremos juntos, hermana.


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