El mismo estudio en el que los jóvenes hechiceros lo encontraron, fue el mismo estudio en el que despertó por primera vez. A...

El último día

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El mismo estudio en el que los jóvenes hechiceros lo encontraron, fue el mismo estudio en el que despertó por primera vez. Aunque aquella vez el estudio tenía claras señales de haber sido destruido por el tiempo. Ahora la cortina no eran unos simples jirones, las cuatro patas del escritorio se encontraban en su lugar y la ventana no era inexistente. 
Aquel día se despertó con sólo un nombre entre sus recuerdos. Cualquier otro recuerdo que le indicará cómo había llegado ahí se habían esfumado. 

Lo primero que hizo al despertar fue explorar el lugar para descubrir algo que le ayudara a recuperar sus recuerdos. Sin embargo, sólo encontró habitaciones vacías y carcomidas por los años. 

Finalmente encontró la salida principal del lugar y las puertas se abrieron ante un solo pensamiento suyo. Pudo haber resultado extraño que las puertas respondieran a sus pensamientos, pero no le era extraño. Pedro de Alvarado estaba seguro de que cualquier parte del pueblo respondería a sus deseos. Era algo que su cuerpo sabía hacer de manera natural como caminar o respirar. No se detuvo mucho tratando de encontrarle una explicación. 

Al salir del edificio se encontró con una amplia plaza. Miró hacia atrás y observó el edificio de dos plantas con el ventanal del estudio en el que había despertado. Encima de la puertas vio un letrero en el que descoloridas letras rezaban “Ayuntamiento de Pozo de las Ánimas”. 

A su alrededor las casas de Pozo de las Ánimas lo observaban con sus cristales empañados por el polvo como cadáveres de miradas vacías. No parecía haber algún otro ser vivo en el lugar. Comenzó a recorrer las calles de Pozo de las Ánimas tratando de encontrar algo que le ayudara a recuperar sus recuerdos. 

En su vagabundeo llegó al final de Pozo de las Ánimas. Las casas que se erguían alrededor de la calle se acabaron abruptamente y daban paso a un camino que se perdía en el horizonte. Trató de salir del pueblo por ese camino, pero siempre terminaba de nuevo en Pozo de las Ánimas. 

Pasó los días tratando de salir del pueblo por diferentes rutas pero siempre obtenía los mismos resultados. Pese a que podía controlar el pueblo a su voluntad, no podía crear una salida. Estaba preso en el pueblo y no sabía por qué. 

Recorrió cada uno de los rincones del pueblo, pero las respuestas nunca le llegaban. 

Los años pasaron y su desesperación aumentaba. Lo único que mantenía su cordura era su continua labor por reconstruir Pozo de las Ánimas. Pedro de Alvarado se dedicó a la tarea de reconstruir cada una de las casas del pueblo y evitar que el tiempo siguiera destruyéndolas. Se dedicó a reconstruir los interior y los exteriores, dejándolos listos para recibir habitantes.

Todo cambio cuando conoció a Scarmiglione. El demonio parecía muy preocupado por su situación y estuvo dispuesto a ayudarle. Él también podía alterar la realidad como Pedro de Alvarado, por lo que él lo vio como un igual y no tuvo reparo en hacerle caso y seguir sus instrucciones. Creía firmemente en que Scarmiglione podría sacarlo de ahí. 

Sin embargo, todo se alteró cuando llegaron ese par de chicos. Lograron llegar a su centro de operaciones y fueron capaces de derrotar a Scarmiglione. Incluso habían encontrado la respuesta que Pedro de Alvarado nunca había encontrado, pese a los años que pasó ahí. Ellos le dijeron porque estaba atrapado en Pozo de las Ánimas y no fue la noticia que él esperaba. 

Él tenía un deseo y había hecho todo lo posible por cumplirlo. Había escuchado a Scarmiglione y seguido sus consejos, había despertado a los muertos para que que le sirvieran y había condenado a cientos de vidas inocentes. Todo con tal de poder ser libre de ese abandonado pueblo. Ahora se daba cuenta que había hecho todo en vano. Su deseo era imposible. 

—Eres Pozo de las Ánimas —repitió el joven hechicero, había tristeza en su voz—. No eres una persona, eres una imitación. 

Pedro de Alvarado se derrumbó en el suelo del estudio, incapaz de poder afrontar las realidad de pie. Su espalda encontró apoyo en el pesado escritorio de roble. Se llevó las manos a su cabeza. 

Él nunca había existido. Simplemente era restos de magia que quedaron de los tiempos cuando Pozo de las Ánimas era controlado por un hechicero y que se habían fusionado, creándole una existencia. Él no era una persona, era un accidente que nunca debió de haber ocurrido. 

El chico lo observaba con un gesto sombrío. Las sombras de la habitación acentuaban sus rasgos. Pedro de Alvarado no podía odiarlo. No había destruido su deseo ni se lo había impedido, sólo le había mostrado que perseguía una ilusión. 

La acompañante del chico lo observaba con compasión. Se acercó a él y lo abrazó. 

—Podemos ponerle fin a esto —dijo ella en casi un susurro—. Podemos liberarte y darte el descanso que buscas. 

Él la observó con ojos cargados de tristeza y con agradecimiento. Sabía que era la única forma de escapar de Pozo de las Ánimas. Era la única forma de poder cumplir su deseo. 

—Háganlo —fue lo último que dijo. 

La chica se separó de él y el chico murmuró una serie de palabras. Por el ventanal del estudio se comenzaba a apagar la luz del atardecer. 

Era extraño para Pedro de Alvarado desaparecer en el mismo lugar en el que inició su existencia. Una cruel broma había elegido la misma locación para esos dos eventos. Sintió calidez y después la noche lo envolvió y el silencio lo acompañó. 

Había alcanzado su libertad.


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