Para Jonsi era el primer desfile al que asistía y era la primera vez en la que veía tanta gente reunida en un solo lugar. Nunca había im...

El desfile de Jonsi

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Para Jonsi era el primer desfile al que asistía y era la primera vez en la que veía tanta gente reunida en un solo lugar. Nunca había imaginado que tantas personas vivieran en Prylocke. Incluso todos los balcones de los edificios que bordeaban Vía Elgar se encontraban ocupados.

Era un día de fiesta en la capital del Imperio Athriano. Los edificios más importantes de Prylocke y los que se encontraban sobre Vía Elgar, exhibían los colores del imperio: el azul, blanco y dorado. Hasta el cielo parecía haberse unido a la celebración porque se mostraba claro y sin alguna nube en el horizonte preparada para descargar su carga de lluvia. Jonsi no dudaba que la Emperatriz hubiera estado detrás de tal milagro, ella era capaz de doblegar naciones y a la misma naturaleza.
Otro de los prodigios que había provocado la Emperatriz para el desfile, era haber hecho llover pétalos de flores sobre el camino del desfile. La Emperatriz no escatimaba en esfuerzos para celebrar un día de fiesta nacional y menos uno tan importante. Se celebraba la victoria de la General Helena San Caelis sobre la rebelión en Durba; una rebelión que había durado cerca de dos años y que amenazaba con desestabilizar la paz del imperio.

Jonsi se movió impaciente, no quería perderse el momento en el que la general pasara, aunque desde su posición no veía gran cosa, las personas que estaban frente a él, le dejaban libres pocos espacios; a través de los cuales veía a algunos acróbatas haciendo extravagantes movimientos a la vez que caminaban y malabaristas jugaban con fuego y esferas de cristal. Entre el barullo de la gente podía escuchar las trompetas y los tambores de la banda, que marchaba en el desfile, interpretando el himno athriano. El niño no podía alejarse mucho ya que iba de la mano de su padre, quien preocupado por perderlo entre tantas personas, lo sujetaba con firmeza.

Las aclamaciones aumentaron de volumen, aplastando la música que emitían los tambores y trompetas del desfile. Hasta hace unos segundos no todos aclamaban al desfile, ahora todas la voces se habían unido en un discordante coro de aclamaciones. Los aplausos resonaron en la avenida como tambores. Sólo había un motivo por el que la gente comenzaría a aclamar. El mismo padre de Jonsi también había comenzado a aclamar, aflojando la presión que ejercía sobre la mano del niño.

Sin perder tiempo, Jonsi se soltó de su padre y se acercó hasta el borde la avenida a base de codazos y empujones, la gente apenas se molestó en resistirse. Llegó al borde y vio el carro de energía mágica que transportaba a la general.

La general San Caelis, era una mujer de apenas treinta años. Su rostro podía ser hermoso, mas en esta ocasión estaba congelado en una expresión de solemnidad, no parecía disfrutar el desfile; aunque seguía el protocolo al saludar a todos los asistentes al desfile. Sus ojos azules y fríos como el acero, contrastaban con el castaño rojizo de su larga cabellera. Su uniforme de un rojo carmín con detalles dorados resaltaba su belleza. Jonsi pensó que si la guerra tuviera forma humana, tendría la apariencia de la general Helena San Caelis.

Jonsi se unió a los clamores, la emoción de la multitud corría a través de él, se había contagiado como si fuera una enfermedad. En ese instante, en un momento tan fugaz como un parpadeo, la mirada de ella se cruzó con la de Jonsi y una sonrisa tan pequeña iluminó el estoico rostro de ella, después la sonrisa desapareció, sumergida en las profundidades de esa solemnidad.

Gracias a esa sonrisa, el niño se dio cuenta algo que había pasado por alto. La general era tan humana como él; ella era de las personas que sacrificaba su bienestar por el de todos los ciudadanos, cuando podría continuar con su vida y disfrutar lo que el imperio le daba a sus ciudadanos. Ella se sacrificaba para traer paz al imperio. Nadie se lo había pedido, per ella estaba ahí para apoyar a la emperatriz y proteger al imperio. Pocas personas hacían algo tan desinteresado por su país.

Una decisión se formó en la joven mente de Jonsi, apenas era el bosquejo de una idea, pero con el tiempo se convertiría en una idea tan robusta y resistente como un roble. Jonsi se alistaría en el ejército. Apenas tenía once años, pero en siete más podría alistarse en el ejército y poder combatir al lado de la general San Caelis, y también le pagaría al imperio lo que había hecho por él. Jonsi no sería como los demás niños que aspiraban a trabajos sencillos que no los pusieran en la línea del peligro, él se encargaría de defender al imperio de sus enemigos. El imperio había ganado un soldado más.



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