No importaba cuanto tocara el sillón reclinable en el que estaba sentado, Sihla Beras no podía deshacerse de la sensación de irrealidad qu...

La divinidad de los hombres

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No importaba cuanto tocara el sillón reclinable en el que estaba sentado, Sihla Beras no podía deshacerse de la sensación de irrealidad que aumentaba el blanco de la habitación. Gabinetes blancos colgaban de muros de color blanco, unas luces blancas se reflejaban estáticas sobre las baldosas del suelo del mismo color, incluso el sillón en el que estaba sentado era de un color blanco. Cualquier otro color parecía haber sido expulsado del mobiliario, relegándolo a los líquidos de las botellas que había en los anaqueles.

Al lado de Sihla, en un sillón reclinable idéntico al suyo. Se encontraba un hombre de edad mediana que era idéntico a él. Sihla reconoció su rostro redondo y su cabello negro con inicios de canas. Todos los detalles de su rostro estaban ahí. Era difícil creer que bajo esa piel sintética se encontrará una máquina. Un grueso cable salía de la nuca de su réplica y se conectaba en una enorme caja blanca que se encontraba tras los dos. Sihla lo observaba maravillado, era su deseo materializado. Su nuevo cuerpo estaba ahí a su lado. Hoy comenzaría su segunda vida a lado de SOMACK.

Desde que entró al Departamento de Protección al Ciudadano, Sihla había trabajado incansablemente para que el SOMACK notara su compromiso con la ciudad y con su proyecto. Finalmente, tras veinte años de servicios, sus esfuerzos habían rendido frutos y había sido elegido para la Ascensión, un privilegio que estaba reservado a los funcionarios más fieles de Ciudad

Sihla no podía terminar de creerse el futuro que le dibujaba ante él. La muerte y la enfermedad serían cosa del pasado. Su nueva vida estaría dedicada a cumplir la voluntad de SOMACK.

La puerta de la habitación se abrió para dar paso al doctor Swillen. El doctor era un hombre con nariz aguileña y cabello gris con vetas oscuras, su delgado cuerpo estaba cubierto por un traje blanco y una bata de color blanco. El doctor iba acompañado de una enfermera de unos cuarenta años con su cabellera castaña recogida y oculta bajo una cofia. Era la misma enfermera que había rapado a Sihla como preparativo para Ascensión.

—Puedo notar su emoción señor Beras —dijo el doctor Swillen—. No es para menos. No todos pueden alcanzar la Ascensión. Pocos tienen la fortuna compartir la santidad de SOMACK.

Swillen se acercó a él mientras la enfermera que lo acompañaba comenzaba sacar agujas y sustancias de uno de los gabinetes de la habitación. Sihla mantenía la vista fija en ella. Desconocía el papel que jugarían esas sustancias en su Ascensión pero no se dejó atemorizar.

—No tardaremos mucho —le informó el doctor Swillen atrayendo su atención—. El proceso es muy rápido e indoloro. Primero preparamos su cuerpo para el shock que puede causar el que su mente sea extraída. Sería una pena perderlo durante el proceso.

Mientras hablaba la enfermera se acercó a Sihla y tomó su brazo con fuerza. Sin avisarle, clavó una aguja y que conectó con una bolsa que contenía un líquido azul. La enfermera fue tan rápida que Sihla tardó en sentir el piquete.

Un frío comenzó a extenderse por su nuca. Sentía que alguien le rociaba un líquido en la nuca, trató de girarse pero fue detenido por la voz del Doctor

—Por favor no se mueva —le pidió el doctor Swillen—. No tiene de qué preocuparse, esto es un anestésico. Tengo que volver insensible su nuca porque lo que viene sería muy doloroso.

El frío en la nuca fue interrumpido por un pellizco. Era un dolor soportable. Sihla estaba seguro que si la Ascensión fuera más dolorosa no le importaría ya que todo sacrificio valía la pena con tal de estar cerca de SOMACK.

—Muy bien —dijo Swillen que continuaba fuera de la vista de Sihla—. Ya está conectado al codificador. ¿Preparado para Ascender?

—Preparado —respondió Sihla.

—Por favor, cierre los ojos.

Sihla obedeció aunque no sin cierta renuencia. Sentía como las sensaciones de su cuerpo se iban apagando, conservó la calma. Era parte del proceso. Primero sus pies y sus manos dejaron de pertenecerle, después la sensación escaló por sus brazos y piernas. No tardó mucho en sólo ser capaz de sentir su cabeza. Finalmente dejó de sentir. Sihla Beras dejó que su consciencia se perdiera. Cuando volviera a abrir los ojos sería un nuevo comienzo.

—Por favor, abra los ojos.

Sus párpados tardaron en levantarse, como si hubiera olvidado cómo hacerlo. El miedo no lo invadió. Había una explicación lógica. Su mente le costaba acostumbrarse a su nuevo cuerpo. Sólo necesitaba un poco de tiempo para habituarse. Antes de que se sometiera a la Ascensión le habían explicado el proceso y los posibles efectos secundarios. Debido a que su mente sería extraída de su cuerpo imperfecto y después codificada en señales digitales que serían enviadas a su nuevo cuerpo mecánico, era probable que su mente tardara en acostumbrarse al nuevo cuerpo. No había de qué preocuparse, las fallas y los errores habían dejado de ser una posibilidad para él.

—Si no puede abrirlos enseguida —le dijo el doctor Swillen—, no piense que es un malfuncionamiento. Es algo... natural, por decirlo de alguna forma. Siga intentándolo.

Finalmente sus párpados se abrieron. La luz inundó a raudales sus ojos mecánicos que demoraron menos de una fracción de segundo en acostumbrarse a la luz. A su nariz llegaba un aroma que reconoció al instante como yodoformo. Cada una de las sensaciones que recibía en los receptores de su cuerpo era transformada en unos y ceros que interpretaba al instante. A un lado suyo, su antiguo cuerpo comenzaba a emitir el aroma de la muerte. Su cuerpo desaparecería pero él seguiría aquí. Ya no temería a la muerte o a la enfermedad. Ahora era como SOMACK. Ahora era un ser perfecto.


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